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Opinión

Benebé

Benebé

Leyendo el reportaje que aparece en estas páginas me he enterado de que Airbnb viene del nombre que se le dio a la oferta inicial consistente en un colchón hinchable para pasar la noche y el desayuno.

Por las noticias que se han ido sucediendo más tarde, al volverse esa compañía un gigante del alquiler semiclandestino por Internet, igual podía significar el nombre en arameo de Alí Babá y los cuarenta ladrones.

Porque bajo la coartada de la economía participativa se han escondido todo tipo de tropelías destinadas a estafar ya sea al erario, a los ciudadanos incautos o a todos a la vez. Las noticias que han circulado acerca de sinvergüenzas alquilando casas que no eran suyas con la ayuda de la benebé de marras son tantas y tan graves que no sirven de otra cosa que de ejemplo para comprobar hasta dónde puede llegar la falta de escrúpulos. La jugada de aprovechar un hueco legal aparecido gracias a que Internet ha abierto un mercado gigantesco que escapa a las regulaciones habituales no se limita a esos alquileres tramposos.

Las grandes ciudades están repletas de ciclistas que reparten comida a toda prisa vulnerando cuanta regla de circulación exista y „lo he visto en Madrid„ incluso utilizando como vehículos de entrega de la hamburguesa de turno bicicletas de las que ofrece el ayuntamiento para aliviar el tráfico.

Quienes explotan a esos chicos los califican de autónomos. Igual que hacen, o intentan hacer, esas empresas que se han dedicado a quitar clientes a los taxis sin tener que sujetarse a ninguna de las normas que regulan el transporte público.

Muy ingenuo hay que ser para creerse que el chófer de uno de esos taxis de pega trabaja por su cuenta. Pero como siempre hay hueco y ambición para más, también he leído aquí que el benebé quiere pasarse al alquiler turístico de lujo. No cabe pensar en nada más alejado del colchón inflable y el café con galletas pero la cosa va de aprovechar mercados hasta ahora impensables. Dicen que el invento funciona ya en Barcelona y, hablando del aterrizaje en Mallorca, tendrá que competir con las compañías que ofrecen alquileres de muy alto nivel, con lujos de todo tipo, a clientes con el bolsillo repleto.

Las que operan en la isla dicen que cumplen con todas las leyes y reglamentos que ordenan el sector turístico, amén de mejorar las viviendas que se les ofrecen para llevar a cabo su gestión. No hay motivo alguno para dudar de ellos pero abundan las sospechas acerca de cómo podría cambiar de forma tan drástica su manera de actuar una empresa como la benebé, con toda la retahíla de irregularidades que arrastra. En cualquier caso, ya pueden sacudirse la modorra las autoridades que se supone que han de velar por la seguridad, el confort y la legalidad del negocio turístico.

Si los apartamentos irregulares jamás llegaron a tener una normativa eficaz que pusiese coto a los abusos, la rapidez con la que llegan los nuevos mercados gracias a la red de redes hace que el sistema seguido hasta ahora sea tan ineficaz como las cadenas que, en plan cómico, les pusieron a los coches de la fórmula 1 en Montmeló cuando cayó hace días la gran nevada allí. Lo que diluvia y lo que nos congela es que cuatro listos hagan un negocio brutal aprovechando la falta de control y arruinen, de paso, a los profesionales de siempre. Si el nuevo alquiler turístico de lujo es otra cosa, tendrá que demostrarlo.

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