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Opinión

El empate

El mayor patrimonio de Ciudadanos es su virginidad política. No hay agravios que vengar

El empate

Los resultados del último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), otorgando a Balears un cuádruple empate de escaños -que no de votos- si se celebrasen ahora mismo elecciones generales, hay que tomárselo como lo que es: un sondeo realizado en este momento. Refleja, pues, la intención de voto de una muestra de personas en unas fechas en las que la próxima cita con las urnas no aparece siquiera en el horizonte, pese a que los distintos resultados de este tipo de consulta están llevando a que vivamos un clima casi preelectoral. De pronto, las cañas que eran los compromisos para mantener la gobernabilidad del Estado se vuelven lanzas. Con la particularidad de que los mayores ataques, las más intencionadas descalificaciones, se dan entre el Partido Popular y quien le disputa la hegemonía no ya en el centro derecha sino en las Cortes: Ciudadanos.

En esas circunstancias, aparecen los resultados del sondeo del CIS con el empate a dos entre todos. Algo que puede llamar a engaño si nos olvidamos del instante político que se vive hoy. A media legislatura, las consultas de este estilo suelen llevar a que los encuestados tiren más de los agravios que de las preferencias. Y muy agraviados han de sentirse quienes constituyen el núcleo duro de los votantes del PP para que escenifiquen como muestra del desengaño un traslado de sus preferencias -teóricas, de momento- hacia el partido emergente del centro derecha. Cuál es la razón de ese desapego hacia el partido que se llevaba el gato al agua casi siempre en Balears puede estar tanto en las luchas fratricidas que escenificó el PP cuando contaba con el poder en las instituciones de más peso del archipiélago como en la factura que le están pasando los episodios de corrupción. Lo contrario que sucede con Ciudadanos, cuyo mayor patrimonio es la virginidad política. No hay agravios que vengar.

Con el PSIB-PSOE, el diagnóstico de sus votantes desengañados puede ser otro. El socialismo balear se ha caracterizado siempre por dos empeños: el cainita, despreciando sus mayores y casi únicos activos electorales -Félix Pons, Ramón Aguiló-, y la tendencia al travestismo, al lucir ropajes ideológicos que no corresponden ni por asomo a la condición de sus votantes naturales. Esa última contradicción, superada mal que bien por su partido homólogo, el PSC catalán, no ha sabido resolverse en Balears. La diferencia histórica en resultados obtenidos cuando se trataba de unas elecciones generales o autonómicas lo pone de manifiesto.

¿Y Podemos? Se trata quizá del resultado más sorprendente en el cuádruple empate, aunque se aclara algo al comprobar que ocupa el último sitio en la preferencia de voto. Tanto su emergencia firme, que le llevó a ocupar alcaldías de enorme peso, como las dudas que arrastra en las encuestas actuales, hablan de una situación poco asentada que puede dispararse hacia cualquier lado. Pero en realidad ése sería también el retrato robot del sondeo del CIS. Esperemos el tiempo necesario para que las elecciones estén al caer, sepamos en qué quedan los conflictos principales del Estado, como el del proceso soberanista catalán -y vasco, quizá para entonces-, sopesemos detalles como el de la (improbable) retirada del presidente Rajoy y ya hablaremos de en qué queda un empate tan cogido por alfileres como el de ahora.

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