No poder pagar la hipoteca y no querer dedicar la vivienda al alquiler para residentes con el fin de evitar el riesgo de impagos. Esos son los dos principales motivos que están llevando a muchos propietarios de pisos que antes se destinaban al uso turístico a ponerlos a la venta tras las limitaciones y multas fijadas por el Govern, según se señala desde el Colegio de Agentes de la propiedad Inmobiliaria de Balears. "En mi caso, se suman los dos", reconoce Cristina Guardiola.

En 2005, cuando la burbuja inmobiliaria estaba en máximos y pocos meses antes de que estallara, ella adquirió una vivienda de una habitación en la urbanización Sa Torre de Llucmajoren busca de un nuevo hogar tras una separación. Tras iniciar una nueva relación y casarse, dejó el piso, que optó por alquilar a residentes para poder pagar la hipoteca ya que "mi sueldo es mileurista". Ningún problema con sus tres primeros inquilinos, que pagaban 450 euros mensuales. Pero el susto llego con el cuarto, que dejó de pagar la renta. Cristina Guardiola recuperó la vivienda con un coste de 3.000 euros, sumando el 'agujero' que le dejó el moroso más los gastos del abogado. La mala experiencia la llevó a no volver a alquilarlo.

Pero en 2015, y ante el éxito que se comenzaba a registrar con el alquiler turístico, puso su piso en una plataforma especializada en esta materia. Y el resultado fue pasar a cobrar entre 65 y 70 euros por noche en temporada de verano, lo que situó sus ingresos en cerca de los 2.000 euros al mes durante la etapa de mayor demanda. Aunque en invierno muchas semanas el inmueble permanecía vacio, lo obtenido al cabo del año era suficiente para pagar la hipoteca y los gastos de la vivienda.

Hasta que se reformó la legislación y se limitó el alquiler turístico en plurifamiliares, con multas de hasta 40.000 euros si no se dispone de la autorización pertinente. "Yo no estoy en una zona saturada, lamenta. Y Cristina Guardiola no quiere volver a pasar por una experiencia como la del moroso. Conclusión: la única salida es poner el inmueble a la venta por 168.000 euros (aunque con la comisión e impuestos asegura que no recuperará toda su inversión) porque con su salario el pago de la hipoteca es inviable.

La experiencia presenta similitudes con la de un empresario mallorquín que prefiere permanecer en el anonimato. En su caso, hace pocos años adquirió un apartamento junto al mar en una conocida zona turística de la isla, y el motivo no fue otro que el de invertir en un producto que estaba en pleno auge, como es el del alquiler vacacional. Los ingresos que conseguía, especialmente durante el verano, permitían cubrir los gastos de la hipoteca sobradamente. Pero la decisión del Ejecutivo balear de vetar esta oferta en muchas zonas de la isla y lo elevado de las multas le han llevado a tomar la decisión de vender y recoger beneficios, dada la subida de valor que se ha dado en estos inmuebles.

La diferencia con el caso anterior es que él no tiene ninguna mala experiencia con el alquiler para residentes. En su caso, el problema es que el apartamento se encuentra en una zona que se desertiza durante el invierno. Es decir, no lo destina al alquiler durante todo el año porque apenas hay nadie que quiera vivir allí durante esos doce meses. A lo que suma, y no lo oculta, el temor a ceder esa vivienda durante tres años a un tipo de inquilino con mayor riesgo de morosidad, ya que éste es casi inexistente cuando se cede por unos pocos días a visitantes. Así que, con el fin de afrontar los gastos de una hipoteca que sigue pagando, es otro de los que ha optado por ofrecer el inmueble en venta.

Impacto sobre las zonas

Hay un punto en el que los dos propietarios coinciden plenamente: las limitaciones al alquiler turístico de apartamentos va a tener un impacto muy duro sobre la economía de las zonas en las que estos inmuebles se encuentran.

Cristina Guardiola destaca el impulso que las inmediaciones de la urbanización donde se encuentra su piso han registrado de la mano de la proliferación de este tipo de alquileres. "Antes solo teníamos un supermercado y ahora hay dos, han abierto una frutería y una panadería, y las tiendas se han remozado de forma apreciable, supongo que para atraer a turistas de calidad", pone de relieve, algo queen su opinión se pone en riesgo a partir de ahora.

Ese mismo argumento es empleado por el empresario, que subraya el dinamismo mostrado por los negocios que se han abierto en la zona en la que se encuentra su inmueble y que se sustentan en los ingresos que se consiguen en temporada alta. También él apunta el riesgo de una pérdida de actividad económica.