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Análisis

Los confeti los carga el diablo

Los confeti los carga el diablo

La protesta de Arran palidece en comparación con la mayoría de las gamberradas que protagonizan los quintos en diferentes localidades de la isla cada año y que por supuesto no acaban en los juzgados. La diferencia es que los jóvenes que el pasado verano importunaron a algunos turistas lanzándoles confeti mientras almorzaban son independentistas. Hasta los confeti los carga el diablo a veces.

Los jóvenes de la CUP están acusados de desórdenes públicos, daños y amenazas, delitos que incluso pueden acarrear penas de cárcel. Un quinto provoca más daños cuando rompe una farola de su pueblo, pero se libra porque esa acción no ahuyenta a turistas ni por supuesto la sube a Youtube. De qué sirve montar una función con confeti, bengalas y pancarta si después no vas a darle publicidad.

Arran quería provocar un debate sobre los límites del turismo que por supuesto fue pervertido por un PP al que le molestó más que los manifestantes fueran independentistas y de izquierdas que la improbable indigestión de algún turista.

Aquellas imágenes se extendieron como la pólvora, convertidas en munición para políticos y tertulianos enfebrecidos por las noticias que llegaban desde Cataluña. Los mismos inquisidores que entonces veían -y siguen viendo- ataques al maltratado Estado de Derecho.

Arran calculó mal el alcance de su protesta. Y sacó de la cueva a todos esos defensores de la legalidad a los que les molesta más una pancarta que un caso de corrupción. Pero de ningún modo aquella protesta tendría que haber acabado en un juzgado.

Hace algunos años, antes de que el PP iniciara su cruzada para cercenar la libertad de expresión, la acción de estos jóvenes hubiera terminado en anécdota, censurada por unos y aplaudida por otros. Pero el contexto actual es otro. Hoy se dictan condenas por contar chistes, se encarcela a titiriteros y se juzga a raperos, cantantes, payasos y hasta a activistas pro Derechos Humanos. Hay mordazas para todos.

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