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Las mentiras más difundidas sobre la Mallorca pecadora

Un tropel de neohippies liberaron hace cuarenta años sa Dragonera, para despejar las vistas de Florentino Pérez y de los hamburgueses con cadenas de oro que beben Krug ante el islote salvaje

Las mentiras más difundidas sobre la Mallorca pecadora

Los límites de la realidad son las mentiras, por lo que vamos a centrar nuestra erudita descripción de las fronteras de Mallorca en las mentiras más difundidas sobre esta isla pecadora:

Mallorca es una isla. Falso, Mallorca es un gigantesco aeropuerto, que tiene adherido un distrito metropolitano o aerópolis. Si uno de ustedes se tumba en la pista de Son Sant Joan, paralizará la isla. Y no le acusarán de sedición o rebelión, porque los controladores colapsaron el tráfico sin problemas. M. Rajoy no se equivoca al hablar de "la isla de Palma". Con las mismas tiendas anónimas y nunca mallorquinas, con la misma atmósfera de terminal, no hay diferencia entre el aeropuerto y las calles palmesanas. En Jaume III o el Born deberían anunciarse por megafonía las salidas y llegadas de los vuelos.

Mallorca es española. Falso, las guías turísticas alemanas sitúan a Mallorca a medio camino entre Europa y Africa, y España tiene poco de europea. Por tanto, Mallorca es la segunda colonia africana de Alemania después de Namibia. Argel está a la misma distancia de nosotros que Valencia, aunque la segunda parezca mucho más lejana. Con motivo del 23F, hubo nacionalistas que huyeron en barco hacia Argelia, la patera invertida. Si persisten en la ficción españolista, examinen los paneles electrónicos de salidas y llegadas del aeropuerto.

Mallorca tiene una bandera. Falso, Mallorca es alérgica a las banderas. Lo compruebo ahora que mi vecino ha colgado dos en su balcón. No importa cuál, todas son intercambiables. Mi pesadilla es despertarme y descubrir que la sábana es una bandera. Los símbolos auténticos de Mallorca son los hoteles y las autopistas, las barras asfaltadas y las estrellas hoteleras de la bandera ideada por Pere Joan. ¿Qué es un mallorquín? Una persona que piensa que la autopista que están construyendo es para él. Los mallorquines cayeron en la trampa, porque creyeron que la isla completa les estaba dedicada. Nadie como Pere Joan, que hoy nos ilustra, ha dibujado el vértigo de la inconsciencia, el punto sin apoyo en que la roca se ha desvanecido y el mar todavía no se ha materializado.

Mallorca es de los mallorquines. Falso, los mallorquines tienden a votar a políticos que les impidan vivir en Mallorca. Es más fácil ir a Hamburgo que a una cala local, atestada o directamente vetada a los indígenas para evitar aglomeraciones. Las autoridades han tenido la fenomenal idea de que los nativos vayan a la playa en enero y febrero. Crece el número de zonas en que no pueden vivir los indígenas. El litoral será inaccesible para los mallorquines, veremos el mar en postales.

Mallorca es turismófoba. Falso, la turismofilia mata. Mallorca ama a los turistas en su justa medida. Quiere dejarlos en paz, y no puede si son tantos. M. Rajoy dijo que teníamos que ser "amables" con los bárbaros del Norte. Como se sabe, M. Rajoy destaca por su amabilidad. Ya conocen la anécdota del turista que avista un tiburón y alarmado indica que, "hasta que no le vi la aleta no me tranquilicé, pensé que podía ser un mallorquín".

Mallorca es rica. Falso, en los noventa Balears era la región más rica de España, la única por encima de la media europea. Ahora se ha desplomado, con siete comunidades más opulentas. Si solo el turismo da riqueza, cómo se explica que Aragón, La Rioja o Navarra nos aventajen en renta. Somos una plantación colonial. Alemania extrae un tercio del beneficio, otro tercio se va a España y el tercio más gordo hacia los paraísos fiscales.

Mallorca es ecologista. Falso, Mallorca ha implantado una ecotasa que trata de paliar los excesos del turismo trayendo a más turistas. Gracias a las leyes proteccionistas peleadas durante años, los propietarios de los últimos solares urbanizables multiplican su negocio en contra de los nativos. Solo aguardan a rentabilizar su magnífica inversión por las normas restrictivas aprobadas por incautos indígenas. Es Trenc es explotado como un reclamo por los hoteleros que querrían haberlo destruido.

Mallorca está en venta. Falso, toda la isla se ha vendido ya, y con un bicho dentro que son un millón de habitantes que nadie sabe dónde meter. El ideólogo de la Mallorca contemporánea, Matthias Kühn Kong, me pregonó en una entrevista que "En Mallorca todo está en venta excepto Marivent". Se quedaba corto, aunque en su descargo era antes de que Urdangarin demostrara que el palacio también era un zoco.

Mallorca es grande. Falso, Mallorca se ha quedado pequeña para sus urbanizadores y explotadores varios. La isla vecina de Córcega cubre el doble de superficie y tiene una cuarta parte de población. Donde los corsos ven a una persona, usted ve a ocho. La isla de la calma. Navarra tiene el doble de superficie y la mitad de población, uno a cuatro. Necesitamos construir un anexo donde amontonar a quienes se empeñan en trabajar y vivir en Mallorca.

Mallorca es bella. Falso, lo fue. Un tropel de neohippies liberaron hace cuarenta años sa Dragonera, cumpliendo la misión sagrada de despejar las vistas de los chalets de Florentino Pérez y de los hamburgueses con cadenas de oro que beben Krug ante el islote salvaje. Como le diría Gertrude Stein a Robert Graves, "Mallorca es perfecta, si puedes pagar tanto paraíso".

(Lo anterior es un extracto de la intervención de su seguro servidor como monaguillo de los dibujos de Pere Joan en el Festival Cómic Nostrum).

Reflexión dominical solipsista: "La libertad es matar al cadáver que llevas dentro".

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