La elevada frecuencia de los hogares unipersonales en Mallorca explica en parte la incidencia del alquiler. Asimismo, los precios disparados invitan a la picaresca, puesto que un número creciente de inquilinos no pueden satisfacer las cantidades a que se han comprometido. Ante una demanda superior a la oferta, la presión conduce a que los arrendatarios de larga duración también subarrienden habitaciones, imitando a los propietarios de pisos dedicados al alquiler turístico. Donde caben dos, caben cuatro, que abaratan el dispendio mensual. Esta faceta de la economía sumergida se ve favorecida por la holgada superficie de la planta en alquiler, por encima de los cien metros de media en Balears.

Los alquileres estratosféricos invitan a comprar antes que asumir una renta mensual. Las elevadas cifras también se traducen en desahucios.

El fenómeno de los subarriendos sin permiso a terceras personas concentra buena parte de la conflictividad con el propietario de la vivienda y con la comunidad de vecinos. Los administradores de fincas insisten en que deben intervenir con frecuencia ante inquilinos que suelen insistir en que sus realquilados son familiares de visita. Al cambiar de "familiar" unos días más tarde, se recrudece la polémica hasta que se consigue expulsar al pequeño emprendedor.

A menudo se alquilan viviendas en Mallorca pensando en destinarlas al subarriendo sin permiso. De ahí la solicitud de pisos con tres habitaciones, que multiplican las posibilidades de una modesta iniciativa hostelera. Los enfrentamientos generados por un mercado de alquileres sobrecalentado desembocan a menudo en los juzgados. Balears ocupa también aquí una posición sobresaliente. Pese a su discreto tamaño, la comunidad es la cuarta en el número total de sentencias dictadas sobre el particular. El incremento de resoluciones triplica a la media estatal.

Curiosamente, la fiebre de los alquileres ha provocado la misma efervescencia de disputas ante los juzgados que la crisis en su momento de mayor crudeza.