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La fiesta en paz

Balears pagará la factura

Sea negociada o traumática, la salida a la crisis catalana tendrá consecuencias para la economía, la cultura o las finanzas de la comunidad autónoma

Las guerras de banderas no auguran nada bueno. efe

No es preciso ser un genio de la sociología para deducir que en Mallorca no existe una masa crítica soberanista como la que se ha generado en Cataluña. Ni de lejos. Sin embargo, los grupos ideológicos, sociales y hasta deportivos forman círculos cerrados en los que la retroalimentación de los individuos transforma en dogma universal las creencias de un grupúsculo. Por poner un ejemplo no político: los hinchas del Madrid ven penalti en cada caída de Cristiano Ronaldo en el área, mientras los del Barça exigen una tarjeta roja al portugués por teatrero.

Para retratar la realidad más allá del deslumbramiento ocasional, resulta esclarecedora la última encuesta de Gadeso que recoge las opiniones de los mallorquines sobre el procés catalán. Dos de cada tres encuestados creen que los independentistas han actuado con "total desprecio" a la Constitución y al Estatut. Apenas uno de cada cuatro considera que los encarcelados son presos políticos. Sin embargo, un 58% opina que la judicatura ha actuado "con exceso de celo" con las medidas de privación de libertad. Los que se han expresado muestran su estupefacción por el hecho de que dos tribunales actúen de forma distinta ante hechos similares. Los ciudadanos que apoyan la aplicación del artículo 155 apenas superan la mitad de los preguntados. Tal vez porque apostaban por una solución dialogada y previa a la ruptura radical entre Mariano Rajoy y Carles Puigdemont.

Casi todo es discutible en las encuestas. Tanto los datos como las conclusiones. Sin embargo, hay una pregunta que concita casi la unanimidad: ¿Le preocupa la situación generada? Sólo el 8% de interpelados responde "poco". El resto se reparte entre quienes lo están "mucho", "bastante" o no responden.

Los motivos para la preocupación pueden ser individuales, colectivos o, incluso, territoriales. En el tercer caso, a Balears le tocará, como siempre, pagar las facturas. Al menos tres.

La primera es económica. Una agudización de la crisis no solo afectará al Principado. Bartolomé Cilimingras, mi profesor de historia en el colegio La Salle, repetía una frase lapidaria: "Cuando Francia se constipa, toda Europa estornuda". La sentencia es aplicable al caso: si la economía catalana se gripa, la de toda España renqueará. Y la de Balears, también.

La confianza de los clientes es frágil y si un día tras otro se habla en los medios europeos de inestabilidad en España, los turistas -poco dados a entender los matices- pueden obviar los atractivos de Mallorca y explorar otros destinos. Sorprende la ligereza con la que algunos hablan de la caída de los indicadores económicos catalanes sin evaluar su incidencia en el resto de territorios a medio y largo plazo.

La segunda factura es cultural. Tiene que ver con el empeño que algunos ponen en proclamar urbi et orbi que en Balears se adoctrina y se margina al castellano. En este mensaje negativo para las islas ponen especial empeño los ciudadanos Albert Rivera y Xavier Pericay. Obviaremos, por amortizado, a José Ramón Bauzá. Nadie puede negar algún exceso, pero la realidad es que quienes tienen una lengua oprimida y marginada en las islas son los que usan el catalán como primer idioma. Un castellanoparlante puede recorrer las islas sin cambiar de registro. Quien pretenda hacerlo con el catalán lo tiene crudo. Pueden haber existido casos de discriminación hacia algún usuario exclusivo del idioma de Cervantes, pero quienes usan el de Llull han sido vejados setenta veces siete. Pero Rivera, Pericay y sus adláteres aspiran a asfixiar aún más nuestra cultura.

La tercera factura será la de la financiación autonómica. Si Rajoy, Pedro Sánchez o quien les suceda deciden solucionar el contencioso catalán con dinero, Balears volverá a ser el pagano de la cuenta. Sin peso político en el conjunto del Estado, con una población reducida que además se siente poco identificada con esta tierra y pagando 240 millones de euros más de los que recibimos, ni Francina Armengol ni Biel Company podrán aspirar a mejorar la situación financiera. Al contrario. La cohesión de España se hará sobre nuestras espaldas.

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