Resulta complicado hallar argumentos en contra de la protección animal. Daremos por sentado que todos estamos de acuerdo en que los seres irracionales también son dignos de respeto, cuidado y prevención ante el sufrimiento. Otra cosa es el establecimiento de los límites de este trato que se vuelven mucho más confusos y controvertidos cuando se adentran en el mundo taurino porque en su microcosmos cada uno maneja el capote como entiende o le conviene.
En julio el Parlament patentó la ley de toros "a la balear"ley de toros "a la balear", sin sangre ni muerte, que ya nos damos por sociedad civilizada y con la que solo se pueden manejar el inofensivo capote o muleta, dejando para el museo de los horrores taurinos las banderillas, el estoque y la puntilla. Desde la Administración del Estado se habían lanzado algunos avisos sobre este modo de actuar que ahora se vuelven saque directo de pañuelo de amonestación.
La faena queda inconclusa, o cuando menos interrumpida, porque en Madrid han entendido que el Govern se ha saltado el tendido. Es como si hubiera salido del ruedo que tenía marcado. "No tienen competencias sobre protección de animales" ha dicho Méndez de Vigo al explicar el recurso de inconstitucionalidad presentado por el Gobierno Rajoy. Entendámoslo: los animales, en Balears, deben alejarse de la protección -o peligro, según se mire- humano, por imperativo legal.
Para mayor incongruencia, el Govern, lejos de molestarse, parece entender que le han echado un capote. No ve intromisión en el comportamiento del Estado, se da por satisfecho con haber dictado una norma que cada uno podrá aplicar si lo considera oportuno, lo cual nos lleva a pensar de que la ley de toros a "la balear" es una servitud del Pacto y unos pases de muleta hechos para entretener a los animalistas.
