El juez Manuel Penalva lo tiene muy claro: Tolo Cursach está capitaneando desde prisión los intentos para dinamitar toda la investigación de corrupción, ordenando el seguimiento de los funcionarios que están participando en este caso que intenta esclarecer graves delitos. El juez justifica en un auto de más de 80 folios, adelantado ayer por DIARIO de MALLORCA, la razón por la que se niega a que el empresario salga de prisión, como pedía la defensa, porque concluye que no han variado en nada las razones por las que en su día, hace ya más de seis meses, tomó la drástica razón de privarle de libertad. Razones que van desde el peligro de que se vayan repitiendo las actuaciones delictivas, a la posibilidad de que Cursach pueda eludir la acción de la justicia, pues cuenta con medios económicos más que suficientes para huir y esconderse en el extranjero.

La mayor parte del auto lo dedica el juez para describir la situación de peligro que han sufrido los testigos más importantes del caso, episodios violentos por los que responsabiliza directamente a Cursach, ya que muchos de ellos fueron cometidos por personas de su entorno más próximo. El juez, de hecho, señala que han sido los testigos lo que han señalado que han recibido ofertas económicas para que "bien no declaren, o bien se retracten de sus declaraciones", o lo que sería aún más grave, que declararan "falsamente que han sido el instructor y el fiscal quien les han dirigido en las declaraciones prestadas".

Penalva se siente muy decepcionado por las maniobras que se han realizado para desmontar esta investigación y sitúa detrás de esta trama a determinados abogados que están personados en la causa. De hecho, asegura el juez que son estos letrados los que están lanzando las ofertas económicas a los testigos, en algunos casos, con cifras escandalosas.

El magistrado tiene muy claro que los investigadores han sido objeto de seguimientos y lo sabe porque algunos testigos han aportado detalles de ellos que han sido facilitados por personas muy cercanas al empresario.

"Es evidente que el insólito escenario descrito no es el más propicio ni adecuado para plantear la libertad provisional de quien está al frente de una organización criminal, que incluso estando en prisión preventiva recurre a semejantes tácticas". Así se despacha el juez para criticar con dureza la difícil situación que han tenido que afrontar algunos testigos, que han sido incluso agredidos por personas que Penalva sitúa en el entorno del Grupo Cursach.

Para que el empresario tenga un detallado conocimiento de los hechos que se han producido desde que está preso, el auto describe con todo tipo de detalle los episodios de coacciones y amenazas que han denunciado estos testigos, y que han ocurrido como consecuencia de su colaboración en la causa.

Testigo falsos

Pero además de las ofertas económicas que se habrían lanzado a determinadas personas para que modificaran su declaración, el juez también afirma que se han aportado testigos falsos para confundir a los investigadores. Y de la presencia de estos testigos los relaciona también con maniobras encabezadas por determinados letrados, que estarían indirectamente a las órdenes de Cursach.

El juez deja muy claro que las amenazas a estos testigos no responde a su imaginación, sino es fruto de su imaginación, ya que hasta la fecha se han dictado dos sentencias, de dos juzgados distintos, en las que se ha condenado a los autores de estas amenazas. Y una de estas condenas, por la que se castiga a un antiguo trabajador de seguridad de la discoteca Tito's, ha sido recientemente confirmada por la Audiencia .

A pesar de las maniobras descritas, Penalva agradece el tono y el estilo del escrito de defensa que presentó el abogado del empresario. Y recuerda el juez que para ejercer el derecho de defensa, "no es necesario imputar actuaciones delictivas a nadie".

La defensa, en esta ocasión, pidió la libertad sobre todo alegando motivos de salud, dado que el estado físico del empresario había empeorado desde que está en prisión. Sin embargo, Penalva responde al abogado que no ha probado este deterioro físico y, sobre todo, que nada indica que no pueda ser tratado de estas dolencias en la propia cárcel.