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Análisis

Discriminación energética

Discriminación energética

El 15 de agosto de 1901 se inauguró en Alaró la primera fábrica de electricidad de Mallorca. Ese día comenzó una competición entre municipios por entrar en la modernidad. Palma no encendió las primeras bombillas hasta 1903. Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la luna, aseguró que la mayor invención humana fue la electricidad. Sin ella no tendríamos la mayor parte de los aparatos que nos hacen la vida más cómoda. Ni la sanidad nos ofrecería tantas posibilidades terapéuticas. Ni siquiera podría existir el hoy omnipresente y omnipotente internet.

Mallorca llegó con retraso a la era eléctrica. Barcelona la había estrenado en 1875. La isla también ha llegado con demora a la era del gas natural. Sus ventajas son evidentes. Es más barato que otros combustibles fósiles y mucho menos contaminante.

La red mallorquina de gasoductos parte de Palma y tiene tres grandes brazos: uno va a Manacor, otro a Alcúdia y el tercero pasa por Calvià y acaba en Andratx. El objetivo es evidente: llegar a las zona turísticas donde los hoteles esperan como maná la nueva energía.

Sin embargo, la lógica estrategia comercial amenaza con convertirse en discriminación energética para la mayoría de los municipios mallorquines.

Vamos hacia una sociedad dual con derecho a gas para algunos y sin posibilidades de acceso para otros. Una casta de primera que en invierno se puede calentar con una instalación de reducidas dimensiones, frente a unos ciudadanos de segunda que necesitan grandes calderas y depósitos para el gasoil.

El Govern mantiene paralizado desde 2014 el concurso que debe permitir que la red de transporte de gas llegue a todos los núcleos de población. Podemos rechazaba el proyecto porque no se trata de una energía renovable. Perfecto. Caminemos por un sendero repleto de gigantescos parques solares y molinos gigantes. Pero mientras alcanzamos el paraíso todos los mallorquines tienen derecho al gas.

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