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Análisis

Teléfono rojo, teléfono roto

Dos líderes, cada uno con su botón nuclear. En uno pone 155 y en el otro pone DUI. Allá están ambos ahora mismo, paseando el dedo por encima y tratando de enterarse qué hará el otro. Y en medio, la gente. ¿Aún hay tiempo de descolgar el teléfono rojo y que estos señores hablen o esa línea está rota? Los catalanes (los independentistas convencidos, pero también 'los que no tanto') se sienten atacados ahora por el sistema judicial, el policial, el político y el económico. Y en este último ámbito, el de los números, sorprende que se sorprendan los catalanes de que las empresas se fuguen y de que los usuarios del IMSERSO y los chavales de los viajes de estudios prefieran, por el mismo precio, otros destinos sobre los que no planee la incertidumbre. Es llamativo que se sorprendan porque Cataluña atesora una larga tradición de buenos negociantes y emprendedores, caracterizados precisamente por el seny: ¿Qué se esperaban? No todos los bolsillos son patriotas y la pela és la pela. Sus líderes no han difundido una imagen realista de cómo serían los inicios de una República Catalana, sino un escenario casi idílico. La realidad es otra y el escenario del indepentismo pinta negro, pero esa imagen también la sabe usar la Generalitat para mostrar lo abominable que es el Gobierno de España (cosa que tampoco era muy difícil).

El PSOE quiere dar apoyo al PP pero a la vez ir en el mismo autobús le genera incomodidad. Para los socialistas baleares la situación tampoco es fácil: ni para Armengol, que comparte Govern con un partido nacionalista, ni para Antich, que será requerido para apretar el primer botoncito del 155 en el Senado. Hay marrón para todos. Idea: si Rajoy no contesta al teléfono, que prueben a enviarle un SMS.

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