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Opinión

No insultes a tus invitados en público

No insultes a tus invitados en público

Un hostelero ducho como Gabriel Escarrer (82) debería saber mejor que nadie que no es buena política insultar a tus huéspedes en público y de viva voz. Máxime cuando los invitados están abonando la fantasmagórica fiesta de inauguración del Palacio de Congresos, organizada por quien no es su propietario.

Insultar a la izquierda provoca un placer impagable y difícil de resistir. Ahora bien, una vez que el progresismo ha obsequiado a Escarrer con el Palacio de Congresos a precio de ganga para envidia de sus colegas de la hostelería, se imponía un mínimo de educación o 'politesse'. Una cosa es ofrecer un hotel propio y brincar en las fiestas victoriosas del PP, y otra utilizar un recinto estrictamente público para apropiarse no solo de su rendimiento, sino de su autoría. Inundando además de reproches a los políticos progresistas que no rechistaron ante la titularidad de la ceremonia, de la que se desterró a los mallorquines que han pagado más de cien euros per cápita por el edificio. Y que seguirán pagando.

Los hoteleros pelean cada céntimo como si fuera el primero. El euro de ecotasa les duele pese a que lo desembolsan los turistas. Sin embargo, la soflama del magnate Escarrer no arrancaba exclusivamente de raíces económicas o ideológicas. Delataba una fractura generacional. Su estilo desabrido y sin 'finezza' es compartido por el retén de octogenarios que no solo se creen propietarios de los palacios, sino de la isla entera. Dirigirse a una audiencia de PSOE, Més o Podemos en terreno propio les duele en el alma, otra cosa es la Cuba de Fidel Castro.

He visto a Escarrer seduciendo al presidente Soeharto en Bali, orbitándolo zalamero como Freddie Mercury a Montserrat Caballé en Barcelona'92. El lunes, el hotelero destemplado se cargó una fiesta que no le pertenece por empeñarse en ser auténtico. A los patriarcas les cuesta aceptar que sus arengas del bisabuelito solo enriquecen las perspectivas electorales de jovenzuelos insolentes, que ni siquiera pueden presumir de ricos.

La respuesta de Més a Escarrer, en la proposición de ley más sanguinaria jamás entrada en el Parlament, entronca con la escalada de violencia verbal desatada por el hotelero. Desde su propia familia se encargarán de reprenderle quienes no se han atrevido a sustituirlo, aunque también corresponde plantear a los ecosoberanistas por qué han entregado el Palacio a un "evasor fiscal".

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