El sueldo de Rosa Gutiérrez, 1.400 euros, está muy por encima del más habitual en España, que no llega a los mil netos. Este es uno de los motivos -"es aberrante que con un salario de 1.400 euros no pueda vivir"- que más le desespera tras casi un año buscando una casa donde vivir con su madre de 80 años y su hija, que tiene 18 pero padece síndrome de Asperger y tiene un 42% de discapacidad.

Su pesadilla empezó en noviembre del año pasado, cuando el propietario de la casa donde viven les comunicó que necesitaba la vivienda para su hija. Se trata de una vieja casa de planta baja de 60 metros cuadrados, con un terreno de 400 metros. La típica construcción del urbanismo anárquico que en los años 50 originó el núcleo de Puig d'en Valls con mijorals emigrados dentro de su propia isla. Rosa vive allí de alquiler desde hace 21 años con su madre e hija.

"Los dueños, que eran unos santos, fallecieron y en noviembre recibimos la comunicación del hijo". También tiene buenas palabras para el nuevo propietario: "Se está portando muy bien con nosotros, yo entiendo que quiera la casa para su hija, está en su derecho y, además, es un terreno de 400 metros cuadrados donde igual se puede construir alguna vivienda más".

A los pocos días, Rosa se enfrentó al drama que supone encontrar una vivienda en Ibiza a un precio asequible para su salario. "Lo único que he encontrado que pueda pagar son dos habitaciones, por 800 euros, en un piso compartido. Ese piso tiene otras tres habitaciones donde vive gente que no conozco y pueden cambiar a lo largo del año, no puedo meter allí a mi hija con Asperger, porque le cuesta socializar y los cambios de rutina le afectan muchísimo", lamenta.

Otro precio que podía llegar a asumir era un pequeño apartamento de 900 euros, descartado al ser de una sola habitación. "¿Cómo se pueden pedir esos precios por un pisito en ses Figueretes? Me he encontrado con que la mayoría de arrendadores son personas que han alquilado un piso grande, a un precio alto, y realquilan las habitaciones a un precio desorbitado para hacer negocio", critica Rosa. Tras meses de búsqueda infructuosa, Rosa augura que "este problema no se va a solucionar con ninguna ley de alquiler vacacional, porque hay mucha gente que aprovecha para sacar un rendimiento altísimo realquilando habitaciones".

Depresiones

El drama de Rosa se agudizó todavía más. Al no encontrar ninguna opción viable para irse a vivir, entró en una depresión. "Se me ha venido el mundo encima, estuve desde noviembre hasta marzo buscando una casa desesperadamente". Desde entonces está de baja y su depresión se suma a la fibromialgia, fatiga crónica y sensibilidad química múltiple. "Yo antes me maquillaba y perfumaba siempre, ahora no puedo", recuerda con resignación.

Su depresión ha llegado a un punto en que la Seguridad Social no le ha dado el alta tras tres inspecciones y se plantea concederle la incapacidad. A pesar de ello, su discurso es firme y sereno -"con los problemas que he tenido, siempre he arreado con todo y he luchado mucho, creo que no he sido una llorona"- y evidencia que se trata del horror ante la perspectiva de verse abocada a la miseria por razones que es incapaz de asimilar. "Podría pagar 1.200 euros de alquiler, pero luego debería ir a Cáritas a pedir comida. ¿Por qué debo caer en esa humillación después de trabajar toda la vida? Yo no he hecho nada para quedarme en la calle y me da mucha pena la gente que sí lo está por problemas de drogas o alcoholismo, pero no es mi caso".

Rosa también lamenta que en el Ayuntamiento de Santa Eulària y en el Consell le han llegado a admitir que quizá tendría mejores condiciones de vida en la Península, una opción que podría plantearse por el bien de su hija. "Sé que no sería ni la primera ni la última en irme, pero me sentiría como una refugiada". "Nací en Ibiza y ahora siento que me echan de mi tierra", concluye.