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La fiesta en paz

La independencia "a poc a poc"

El PSM reclamaba en 1985 la autodeterminación para "liberar al pueblo de Mallorca". Hoy, Més sitúa el horizonte de la soberanía en 2030

Sampol, Morro y Serra, históricos dirigentes del PSM.

El Consell Polític de Més dio el lunes su respaldo unánime a un documento que fija el año 2030 como "horizonte en el que los ciudadanos y ciudadanas de Mallorca han de poder decidir libremente, mediante la oportuna consulta vinculante, sobre la consecución de un Estado propio". Leo la solemne declaración y me sorprende la lentitud de movimientos del partido que aún lidera Biel Barceló. Llevaba apenas diez días en Diario de Mallorca y el 10 de diciembre de 1985 publiqué este titular: "El PSM pide la autodeterminación de Mallorca".

No era una invención periodística en un día de sequía. Simplemente me acerqué a la sede del partido nacionalista y un trabajador me entregó bajo mano la ponencia política del 7º Congreso Nacional del PSM. Entonces los ideólogos del partido escribían que era la única posibilidad de "liberar al pueblo de Mallorca". Hoy, Més, formación heredera del PSM, sostiene que solo a partir "de la consecución de la plena soberanía" la isla tendrá las "herramientas necesarias" para "desarrollar todo su potencial".

Treinta y dos años atrás el redactor del texto ideológico argumentaba: "Si queremos liberar al pueblo de Mallorca de las ataduras que le ligan a la esterilidad de la derecha, debemos juntar en un mismo cuerpo de práctica política la lucha para acabar con las prácticas caciquiles, para renovar en un sentido progresista, nuestras estructuras económicas en crisis". Había otros objetivos relacionados con la protección territorial o el ecologismo, pero la forma de alcanzarlos era la misma de ahora: "La plena soberanía nacional solo ejercitable a través de la libre autodeterminación".

Hoy, cuando también en la política se han impuesto las tesis culinarias de Ferran Adrià, en Més apuestan por la deconstrucción: "Junto con el resto de islas hermanas que así lo expresen a través de la soberanía de cada una de ellas, ha de construir un proyecto nacional conjunto a partir de lo que hoy son las Illes Balears". Es decir cortar y después coser de nuevo para lograr lo mismo que ya tenemos: un archipiélago. Y después, se supone, se construirían los Països Catalans, que se confederarían con el resto de España y se federarían con la UE. Ya tenemos lo mismo, pero deconstruido y reconstruido. Propuestas de políticos a los que entretiene más debatir sobre estructura que solucionar los problemas de los ciudadanos.

La izquierda siempre fue partidaria de eliminar las fronteras existentes entre los pueblos y ahora resulta que una parte de ella apuesta por crearlas. Jamás entenderé este cambio de actitud ni que el progresismo ande por esos barrios. Hacer frente al anticatalanismo a veces oportunista y otras profundo de Mariano Rajoy y del PP, la defensa de la lengua catalana y la reclamación de un reparto justo del dinero que pagan los ciudadanos no pasa por romper la baraja.

Lo más sensato que he leído es que la soberanía como herramienta política se desarrollará "a la mallorquina", o sea "poc a poc", que en la variante dialectal local del catalán es sinónimo de "ja te diré coses" y en latín se traduce por "ad calendas graecas". Casi medio siglo habrá transcurrido entre 1985, de cuando data el documento del PSM, y 2030, fecha en la que Més plantea la más que hipotética soberanía mallorquina.

Partidos como Més, la antigua Convergència i Unió e incluso ERC han otorgado a la independencia el papel del tesoro oculto del que se nutren las leyendas de castillos abandonados y antiguas islas de bucaneros. Servía para ilusionar a algunos seguidores y encauzar las reclamaciones hacia un horizonte lejano, lo que permitía obviar la gestión cotidiana. "Cuando lo encontremos -decían y dicen- seremos ricos y felices". El camino en sí mismo era el objetivo. La meta, un espectro. En el fondo temían alcanzar el cofre del tesoro por miedo a que estuviera vacío o, peor aún, lleno de chatarra y detritus.

El problema es que por sincera convicción, por mera estrategia o para ocultar vergüenzas cada vez se escuchan más las voces de quienes prefieren la aldea al universo.

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