"Un buen día los invasores se caerán por los bordes, ¿es que creéis que la isla es de goma o un pozo sin fondo donde se pueden amontonar miles de cuerpos?".

Así empezaba Eliseo Bayo uno de los grandes reportajes sobre España que hizo en los años 60 para la revista Destino. En aquel momento nadie había usado aún esa palabra, pero a este periodista de Zaragoza hoy se le achacaría sin duda un problema grave de ´turismofobia´.

En 1969 le tocó narrar Mallorca y el titular que eligió deja claro qué impresión se llevó: "La isla invadida". En su artículo de cinco páginas Bayo se impresiona con las cifras del negocio turístico (que hoy parecen un chiste) y por la saturación vista en carreteras, calles, playas y clubes.

Su análisis rasca la superficie y advierte de las consecuencias de un turismo "pobretón"; de los excesos nocturnos;excesos nocturnos de la especulación con el terreno (que va pasando a manos extranjeras) y la construcción desmadrada; y del abandono escolar.

El autor empieza donde empiezan los turistas: el aeropuerto. Se asombra de que los días punta "se observa cerca de 400 movimientos de aviones": un tráfico "descomunal". Continúa: "En un sola jornada dicen que han atravesado los vestíbulos de Son Sant Joan 50.000 pasajeros". Hoy se estremecería al pensar que en un día pasan por esta infraestructura más de un millar de aviones y 179.000 viajeros.

Pie de foto original: "En un día punta pueden llegar 400 aviones de los más diversos lugares del mundo". ERNEST VILA

El turismo de cruceros que ahora cubre parte del horizonte era entonces insignificante, pero en aquella época muchos turistas sí alcanzaban la isla con el barco desde Barcelona. Su llegada generaba un gran trajín: "Los muelles y la terraza de la Estación Marítima están abarrotados de gente (...) en los muelles los mozos y paqueteros se disputan a los recién llegados, ofreciéndoles alojamiento y otras soluciones de vida en la isla".

"La ciudad con más coches"

Una vez aterrizado o desembarcado, el periodista conoce las carreteras mallorquinas. Y los coches de alquiler: "Palma es la ciudad con mayor número de coches y de motos de alquiler y los precios son competitivos", describe, "aunque no falta quien que quiere usar su propio vehículo, quizás por que no se fía de unos coches manejados casi salvajemente".

Bayo cierra con esta crítica el capítulo del transporte, y pasa a otro tema jugoso: el alojamiento. "La invasión pone a prueba todas las estructuras económicas de la isla. Se han levantado hoteles, apartamentos, pensiones y se han habilitado casas particulares [sin AirBnb ni nada] para albergar a los miles de turistas que llegan".

Su reflexión personal: "Creo que es una tremenda equivocación que ya está dando sus frutos amargos". En aquel momento los hoteles no llegaban al centenar. Hoy, son más de 700 que, sumados al alquiler turístico, suponen 450.000 plazas (eso, las legales).

Expresa sus dudas sobre si es "sano" un negocio que permanece cerrado nueve meses y subraya que muchos hoteleros "han tenido que ponerse en manos de agencias extranjeras aceptando contratos leoninos".

A finales de los 60 tampoco se conocía el término low cost, pero el cronista ya veía que en Mallorca "se ha ido alimentando la existencia de un turismo pobretón que no viene a gastar".

"Una abigarrada cola de autobús". ERNEST VILA

La segunda invasión ("secreta, más sutil y peligrosa") es la de la tierra, que va pasando a manos extranjeras. A pesar de que en aquel momento los no españoles no podían comprar más de 2.000 metros cuadrados, "más del 50% de cada urbanización de la isla están en manos extranjeras". Ser testaferro para un foráneo deseoso de comprar se convirtió en "uno de los negocios más pingües".

Advierte de que la especulación del suelo ha alcanzado "límites increíbles" ya que un metro cuadrado en Plaza de la Reina se vende al "precio récord" de 100.000 pesetas (hoy el metro de casco histórico cotiza a más de 2.500 euros). y hace mención especial al desmadre urbanístico de Calvià: "Se construye anárquicamente".

Al plumilla le resulta "difícil descubrir a los isleños, casi sepultados por el alud de invasores", pero consigue hablar con varios y constata su "aislamiento cultural".

"Buscan ganar dinero fácil"

Se inquieta por unos jóvenes por los que "no se preocupa nadie" y que "careciendo de los instrumentos precisos para adquirir una forma de vida humanística aspiran tan solo a labrarse una posición crematística apreciable". Describe el abandono escolar (que hoy sigue siendo el más alto del país) al decir que "en su escala de valores lo primero es la diversión fácil y el ganar dinero con el mínimo esfuerzo, es frecuente el caso de alumnos bien dotados que prefieren entregarse al comercio".

El viejo Borne continúa en la brecha". ERNEST VILA

Por aquel entonces ni Platja de Palma ni Punta Ballena olían a botellón, pero el cronista relata el turismo de excesos etílicos que ve en Plaza Gomila así como el "escenario abrumadoramente sórdido" del ´barrio chino´ de Palma. "Toda la isla es considerada por los invasores como lugar de diversión", apunta, "el centro de diversión significa el olvido de todo" y, añade, "la isla no descansa".

Hoy, casi medio siglo después, la isla sigue sin descansar.