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La fiesta en paz

La Religión puede contaminar

En todas las creencias, y aun más en el islam, existen grupos que abrazan el extremismo y contaminan los mensajes con odio e ignorancia

Policías y ambulancias en las Ramblas de Barcelona. Efe

La grandeza de la literatura radica en que incluso en la peor de las novelas se pueden descubrir unas líneas de genialidad. Prescindo del título y del autor para evitar que alguien caiga en la tentación de gastar su dinero en adquirirla. La cita es la siguiente: "La ciencia hace preguntas sobre lo incontestado. La religión responde a preguntas sobre lo incontestable".

Las frases breves y contundentes no entran en matices ni profundizan en los argumentos. En todas las creencias, y no solo en las del ámbito religioso, hay militantes que cuestionan los dogmas más sagrados de sus líderes o las sentencias de sus libros sagrados. Sean la Biblia, el Corán o El Capital.

¿Qué sería del cristianismo si Francisco siguiera creyendo y pretendiera que todos sus seguidores siguieran al pie de la letra los preceptos bíblicos? Las iglesias que hoy consideramos sensatas arrastran demasiados errores del pasado para mantener el acento en las cuestiones que la Ciencia y la Historia han desmontado. Desde la condena a Galileo Galilei por demostrar la realidad, hasta la Inquisición asesina. Desde el sanguinario Juan Calvino a Sebastian Castellio o Miguel Servet, que fueron víctimas del teólogo que convirtió Ginebra en un reino de terror.

En todas las religiones persisten grupos que abrazan el extremismo y contaminan los mensajes con odio e ignorancia. Entre los cristianos se encuentran los creacionistas, aquellos que defienden que el mundo tiene apenas 6.000 años de vida desde la creación porque este es el cálculo que efectúan a partir de los textos de Génesis. Los creacionistas, con una cierta implantación en la América profunda, han ido perdiendo las batallas legales por las que exigían que sus creencias se enseñaran en las escuelas en igualdad de condiciones con las teorías darwinianas de la evolución.

En el islam también hay creacionistas. Y lo que es peor, hay personas que son adoctrinadas en el odio a Occidente a partir de las supuestas enseñanzas de Alá y de su profeta Mahoma. Son aquellos que creen encontrar en la religión respuestas "a preguntas sobre lo incontestable". Pero sobre todo son los que pretenden haber hallado en la religión las respuestas a su fracaso vital, a su rencor, a su desesperación, a su marginación, a su falta de adaptación a una sociedad que no es la de sus padres, a la escasez de oportunidades. Gentes que han perdido el futuro.

Son carne de cañón, peones insignificantes, de los extremistas asentados en algunas mezquitas, de los dirigentes de grupos terroristas que les captan a través de las redes sociales y hasta de la geopolítica mundial, en la que algunos estados honorables financian el terror a cambio de inmunidad.

Los jóvenes que esta semana atentaron en Barcelona y Cambrils segaron una quincena de vidas. Su objetivo era causar un segundo 11-M en España utilizando explosivos altamente destructivos.

En Mallorca se detuvo hace poco más de dos meses a Abdelkader Mahmoudi, que planeaba una "matanza" en la plaza de Inca. Había sido captado por un imán salafista que viajó en 2015 a la isla para impulsar un grupo de yihadistas que fue desarticulado. "Su radicalización estaba en un peligroso estadio de consolidación, que es el paso previo a la comisión de actos terroristas", según Interior.

Mohamed Harrak, otro presunto yihadista detenido en Mallorca hace un año, había sido un popular árbitro de baloncesto. Era "introvertido y nada religioso" y, sin embargo, en algún momento se radicalizó.

Nadie está vacunado. Barcelona, Madrid, París, Berlín... En el mundo hay demasiados interesados en captar a incautos a los que les aseguran que en la religión encontrarán respuestas a lo incontestable. Desesperados a los que convencen de que sus frustraciones se vencen con la violencia.

Las soluciones son evidentemente policiales, pero también deben ser preventivas. Las vacunas pasan por el control de las mezquitas en las que se transmiten mensajes de odio y por ser más hábiles y convincentes en internet que quienes promueven la violencia.

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