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Análisis

El turismo del todo vale

El turismo del todo vale

Lo llaman acertadamente el 'turismo del todo vale', es el que se ha asentado en zonas turísticas como la Platja de Palma con la connivencia, hasta hace bien poco, de los que incluso le reían las gracias a la prensa sensacionalista que alababa el Ballerman como el lugar al que venían los alemanes a divertirse, a hacer en realidad lo que en su país no les está permitido: emborracharse en la calle con alcohol barato, ensuciar, consumir recursos dejando escasos beneficios, pero llenando las cajas de unos pocos, sin pensar para nada en los que residen en la zona y que han visto como todo se degradaba a niveles insospechados.

Connivencia policial. El caso Cursach ha puesto en evidencia cómo se lograba que los que deben velar por el cumplimiento de las normas cívicas, los que deben hacer que se cumplan los límites acústicos, o que debían controlar a los vendedores ambulantes que competían con los negocios legales hacían la vista gorda. Cómo y por qué.

Los políticos. La otra pata del fracaso por recuperar lo que ha venido a llamarse un destino maduro, como se califica a la Platja de Palma, tiene nombre y apellidos de políticos. Los diversos planes para cambiarle la cara a la zona no han pasado, por parte pública, más allá de estudios millonarios de los que se han beneficiado posiblemente gabinetes amigos. Ni el PP ni el PSOE nacional, cuando han estado al frente de Turismo, se han creído lo de recuperar la Platja de Palma. Fotos de ministros, hasta de presidentes paseando por la zona, pero poco más.

Solo unos pocos empresarios han pensado que mejorando la calidad de sus hoteles iban a conseguir el milagro de cambiar el tipo de turista que llega a su establecimiento. La zona tiene el estigma de ser un lugar al que puedes venir a hacer lo que te de la gana, aunque para ello tengas que pagar ahora un poco más y eso será difícil de cambiar. El refrán ya lo dice "Cría fama y échate a dormir". Será difícil cambiarlo, sobretodo porque algunos no quieren.

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