Masaje chino, japonés, vietnamita, coreano, tailandés, en pies, cabeza, espalda, piernas... Palma se ha llenado de locales de masajes asiáticos, casi todos cortados por el mismo patrón. Son espacios limpios, sobrios y ordenados. Muchos de ellos se destacan en la calle por sus llamativos rótulos rosas y la presencia de mujeres chinas en la puerta. Vestidas con ´shorts´ o faldas cortas, insinuantes. Ofrecen un masaje relajante a un módico precio, pero una vez dentro el cliente dispone de varias opciones que incluyen servicios sexuales.

La visita a seis de estos establecimientos esta semana se saldó con una certeza: en todos ellos, sin excepción, se ofreció la posibilidad de mantener relaciones sexuales. En algunos de ellos mediante insinuaciones y eufemismos -"la propina aparte"-; en otros, hablando abiertamente de opciones y tarifas.

El ritual es siempre el mismo: una o varias mujeres chinas ofrecen en la recepción del local información sobre el coste del masaje: una hora 40 euros, media hora 25. Los precios son muy similares en todos los establecimientos consultados, con mínimas variaciones. Todo muy inocuo, hasta que aparece la pregunta: ¿es posible algo más después del masaje?

"45 euros media hora de masaje y paja. También es posible otras cosas, pero eso lo hablas con la chica", detalla la que parece la encargada de un local ubicado en Avenidas. En la recepción otras dos chicas más jóvenes miran con curiosidad mientras apuran su almuerzo.

La encargada enseña el interior del local, convencida de que ha captado la atención de un cliente. Hay varias puertas, todas numeradas. Abre una de ellas y aparece un habitáculo ocupado casi en su totalidad por una cama doble -en las antípodas de lo que debería ser una cama o camilla de masaje-. Una luz roja lo ilumina todo. "Hay tres chicas para elegir. Puedes hacer todo. El precio lo hablas con ellas", insiste.

En la media docena de locales visitados se repite un denominador común: el tipo de servicio y el precio se pacta con la chica en la intimidad de la habitación. La mayoría de interlocutoras no disimulan su incomodidad cuando se ven empujadas a hablar de relaciones sexuales en la recepción.

"Eso no se pregunta. Pasa adentro y háblalo con la chica", responde una mujer china desde detrás de un mostrador en uno de los muchos locales de masajes orientales que han abierto en la zona de Joan Miró. Otras tres chicas observan sentadas en un pequeño sofá blanco. "Si no lo quieres ahora, dejamos de hablar. Cuando lo quieras vuelves", afirma cortante.

A pocos metros hay otro establecimiento del mismo tipo. Llamativos rótulos rojos y fotos de catálogo ofreciendo todo tipo de masajes. Ofertan ducha y un descuento para clientes que vayan antes de las 14:00 horas.

La chica detrás del amplio mostrador detalla las tarifas con tono funcionarial. La charla se detiene abruptamente al ser cuestionada sobre si ofrecen servicios sexuales. Señala al interior y conduce al que cree un cliente a una de las habitaciones a través de un estrecho pasillo.

La estancia es diáfana, está bien iluminada y en el centro hay una cama de grandes dimensiones. La mujer se expresa en un castellano rudimentario, pero suficiente para entender que se ofrecen todo tipo de servicios sexuales. Se resiste a hablar de precios -"habla con la chica"-. La conversación termina cuando anuncia su intención de llamar a otra mujer y hace amago de cerrar la puerta de la habitación.

Interior de uno de los establecimientos de masajes asiáticos.

La prostitución no es ilegal en España siempre que sea voluntaria, por lo que la policía solo actúa cuando tiene indicios de explotación sexual. "Entramos en uno de estos locales cercano al Paseo Marítimo porque habíamos oído ciertos comentarios e identificamos a las personas que había dentro. Todas tenían contrato de trabajo y permiso de residencia. No encontramos nada punible", explican fuentes de la Policía Nacional.

A este agente no se le escapa que detrás de la actividad oficial para la que se abren estos establecimientos puede ejercerse la prostitución, pero insiste en que la capacidad de maniobra de la policía es nula mientras se practique "en libertad". Y pone como ejemplo varios locales de alterne de Palma. "Se abren como café-teatros, y obviamente en ninguno de ellos te tomas un café o puedes ver una representación teatral. Sabemos que se ejerce la prostitución, pero no está prohibida mientras no haya trata de seres humanos", argumenta.

La visita al local inspeccionado por la Policía Nacional empieza con el acostumbrado ritual: folleto informativo de tarifas y tipología de masajes. Hasta ocho para elegir y con las fotos de modelos sonrientes que se reproducen en todos los impresos. Esta vez la chica parece estar esperando la pregunta sobre si se ofrecen relaciones sexuales. Responde con una sonrisa: "Cincuenta euros. Puedes pasar ahora mismo conmigo". No deja opción a plantear más preguntas. Cualquier detalle acerca de servicios sexuales y tarifas se tiene que negociar en la habitación.

En un local ubicado cerca del Paseo Mallorca se hace una curiosa distinción. La mujer que atiende en recepción niega categóricamente que allí se puedan mantener relaciones sexuales con las chicas. Es el primer establecimiento que parece ofrecer lo que anuncia: masajes. Hasta que la mujer lo aclara. "Aquí sexo no, solo final feliz". De lo que se deduce que en el imaginario de la mujer masturbar o practicar una felación no es sexo.

A un fisioterapeuta se le exige el título al abrir una consulta. A estas casas de masajes, nada. M. Mielniezuk

Sin embargo, según la valoración de las fuentes policiales consultadas, esas dos modalidades también se consideran prostitución.

En la visita al último establecimiento, en la zona de es Fortí, la conversación se desliza rápidamente hacia el terreno sexual. "Media hora de masaje son veinte euros. La propina aparte", expone una chica en una recepción completamente blanca. La pregunta que viene después es obligada: ¿Cuánto es la propina? "Veinte euros con la mano. Si es con la boca, o algo más, lo hablas con la chica", responde.

Parece un negocio muy rentable. Palma se ha llenado de estos locales en muy poco tiempo y en calles donde el metro cuadrado está por las nubes. Es difícil determinar cuántos establecimientos han abierto. El Govern no tiene un registro. Y en la dirección general de Consumo no constan reclamaciones de ninguna clase relacionadas con estos establecimientos.

Se da la paradoja de que cuando un fisioterapeuta abre un negocio tiene que acreditar su titulación y someterse a un reglamento muy estricto al considerarse una actividad sanitaria. Sin embargo, la Administración no exige nada fuera de lo común a estos locales de masajes.

"Siempre es lo mismo. Hemos advertido muchas veces que tanto las masajistas de la playa como las de estos locales pueden provocar embolias o transmitir hongos si no saben lo que están haciendo. Y evidentemente no lo saben", lamenta Tomás Alías, decano del Colegio de Fisioterapeutas de Balears.

Gracias a la apertura de estos comercios, Palma ha disparado su oferta de prostitución en todos los barrios. Y sin interrupciones. Todos prometen abrir los 365 días del año.