A las seis y media de la mañana empezó (o continuó) la fiesta de un grupo de amigos británicos. Voló el vino y volaron los chupitos de Jägermeister (un licor de alta graduación). Animado sin duda por el fervor etílico del momento, uno de ellos se llegó a quitar los pantalones, quedándose únicamente con unos calzoncillos, mientras sus compañeros se daban collejas y se insultaban.

Esta escena de botellón, que ocurrió el pasado mes de mayo, sería una más del completo catálogo del desfase que se encuentra cada noche en determinadas zonas turísticas de Mallorca, si no fuera por una peculiaridad muy importante: tuvo lugar a miles de metros de altura, durante un vuelo low cost entre Manchester y Palma, ante la mirada atónita de los otros pasajeros.

"Fue una pesadilla. Yo iba con mis hijos en el vuelo", narraría después a los medios británicos uno de esos pasajeros, que vio cómo, una vez en Son Sant Joan, la Guardia Civil se llevaba detenidos a tres de los alborotadores.

Contra este tipo de desmanes, se dirige la propuesta hecha esta semana por el Govern para limitar el alcohol en vuelos y en aeropuertos, y evitar que el desfase empiece antes de poner un pie a bordo de la escalerilla del avión.

"90% de problemas"

"Yo diría que el 90% de los problemas que se producen en vuelos, con la excepción de los problemas técnicos, claro, provienen del alcohol", asegura José Ferreiro, delegado sindical del Sindicato de Tripulantes Auxiliares de Vuelo de Líneas Aéreas (Stavla).

Ferreiro asegura que él sería partidario de prohibir directamente el alcohol en determinadas conexionesque se sepa que son "conflictivas", por el tipo de turismo que transportan. Con años de experiencia como sobrecargo, sabe lo que habla. Se ha enfrentado a más de una situación tensa por culpa de un pasajero bajo los efluvios del alcohol.

"Recuerdo el caso de una señora, de mucho dinero y famosa, que viajaba en 'Bussiness Club'. Cogió la bandeja en la que se le había servido la comida, una bandeja no de plástico, sino de porcelana de las que dan en 'Business Club', y se la echó al pasajero que estaba en la fila de atrás. Esa señora acabó siendo denunciada por otros pasajeros. Y hubo un juicio incluso, aunque no se presentó", explica.

Claro que no a todos los pasajeros les afecta igual lo del beber a miles de metros de altura. "Otro día, tuvimos un pasajero británico. No exagero si digo que, durante el trayecto, se bebió, ¡él solo!, una botella de whisky y otra de vino. Y ningún problema. Al aterrizar, salió perfectamente del avión, y en todo momento fue muy educado", cuenta Ferreiro, quien informa de que en el avión sólo se puede ingerir el alcohol que se ofrece a bordo y no se puede consumir el que se compra en las tiendas de duty free.

El colectivo de auxiliares de vuelo revela las pautas que se suelen seguir ante un pasajero con copas de más. El primer paso es detectarlo en el embarque. El supervisor avisa a la tripulación, que consulta con el comandante qué hacer al respecto.

Si el problema se detecta en pleno vuelo, lo primero que se hace es dejar de servirle alcohol, utilizando toda la mano izquierda posible para convencer al pasajero de una forma educada y sin molestar a los otros pasajeros. En el caso de que protagonice un incidente extremo, la medida más drástica es la de aterrizar y poner al individuo en manos de las autoridades policiales.

Control de Aduanas

Los policías, precisamente, sufren también en sus carnes el mal comportamiento de los turistas incívicos, que confunden Son Sant Joan con un preludio de la fiesta que se encontrarán después. "Son frecuentes las faltas de educación en el control de Aduanas. No siguen las instrucciones. Hacen cachondeo", relata el secretario general del Sindicato Unificado de Policía (SUP) en Balears, Manuel Pavón. El incidente más grave se produjo hace cosa de un mes cuando dos turistas británicos agredieron a unos agentes, motivo por el cual fueron arrestados por un delito de atentado contra agentes de la autoridad.