El presidente de los empresarios españoles decía el martes que "es imposible llegar a fin de mes con 800 euros": pues bien, en las islas sobreviven 119.832 personas con menos de 500 euros. Eran 83.109 en 2010, pero la llamada "recuperación" ha elevado su número un 44%. Con lo que con la muy pregonada mejoría económica que reflejan las cifras macro genera más pobres en las islas del lleno turístico y el todo vendido. Solo hay otro nivel adquisitivo que crezca más que el de los pobres que no llegan a fin de mes: el de los ricos y los muy ricos, que han engordado sus filas en más de un 100%. O sea, las élites salariales se han duplicado mientras los que subsisten con 500 euros se convierten en legión. También hay datos: según los números de la declaración de la renta recopilados por la Agencia Tributaria, en el año 2010 ingresaron más de 600.000 euros por su trabajo exactamente 100 baleares, que en 2015 eran ya 213.

La cifra sube ejercicio tras ejercicio desde ese 2010 en el que la crisis golpeaba con saña. Su final, que empezó a sentirse en las magnitudes macroeconómicas en 2013, no ha llegado en cambio a ese estrato menesteroso de los que menos tienen, que cada vez son más: las islas han pasado de dar trabajo en 2010 a 184.058 personas que cobraban menos de mil euros al mes a albergar a 190.527. Y lo más alarmante de todo: los inframileuristas se empobrecen por la desaparición de los mileuristas, que han pasado de estigmatizados por cobrar mil euros a privilegiados por obtener el doble que esa creciente mayoría de quienes se ven obligados a arreglarse con 500. Un par de datos lo explican a la perfección: los 184.058 inframileuristas de 2010 se reparten exactamente los mismos 1.528 millones de euros en salarios que los 190.527 inframileuristas de 2015. Es decir, tocan a menos: hoy ese grupo del que forman parte cuatro de cada diez asalariados sobrevive con una media de 667 euros al mes, menos que esos 800 que en la patronal ven escasos.

Son la expresión del imposible del que hablaba Joan Rosell, el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales. "Es algo inédito. Nunca había visto a un líder patronal decir algo así. Muy grande es la fractura social cuando un presidente de la CEOE dice algo así", reflexiona Carles Manera, economista, catedrático y, desde esta semana, presidente del Consejo Económico y Social de Balears, órgano público que él mismo tendrá que reflotar para analizar la evolución de esta sociedad balear desnortada entre paradojas. La más grande es la que reflejan los números que acaban de leer: la brecha social crece conforme la economía se recupera, provocando que haya el doble de ricos y muchos más trabajadores pobres que cada vez ganan menos.

¿Y la riqueza del turismo?

¿Qué está pasando? ¿Por qué la recuperación no llega a los que más la necesitan? Y antes de eso: ¿Es de verdad el turismo un motor de generación de la riqueza? Los datos dicen que sí, que lo es: la facturación de las empresas del sector marca máximo sobre máximo desde el año 2011. Por eso los empresarios turísticos insisten siempre en la misma idea cuando se les pregunta por la saturación de las islas: "Vivimos del turismo. La llegada de más turistas es más riqueza para todos", dicen cuando se les pregunta líderes del sector como la presidenta de la patronal hotelera o el líder del alquiler vacacinal. Y sí, pero no: vivimos del turismo, sí, pero no hay más riqueza para todos, confirman los economistas consultados. Lo ratifica la presidenta del Govern balear, Francina Armengol, que, preguntada al respecto, habla de "cronificación de la pobreza", de personas que cayeron al desempleo entre 2008 y 2011 y desde entonces no se han recuperado.

Los datos son contundentes, casi sonrojantes: cuando en el año 2011 viajaron a las islas 12 millones turistas y el sector facturó algo más de 10.000 millones de euros, los ingresos medios de los asalariados baleares eran de 21.647 euros al año, más que los 21.451 de cinco años después, cuando un millón más de turistas abarrotaron Mallorca, Eivissa, Formentera y Menorca, para llevar la facturación del sector por encima de los 12.000 millones de euros. 2.000 millones más, pero peores salarios medios. Así que el turismo y sus récords de facturación y saturación generan riqueza, sin duda, pero no para todos. Solo tres tramos de ingresos salariales mejoran sus cifras de ingreso: los de quienes ganan más de 60.000, 150.000 y 600.000 euros al año.

Empresas con más beneficios

Carles Manera, que en los últimos meses ha trabajado con los economistas Ferrán Navinés y Javier Franconetti en un libro aún inédito en el que ahondan en las claves de la fractura social, ofrece un dato que no aparece en los publicados esta semana por la Agencia Tributaria: no es solo que haya el doble de ricos mientras se dispara la cifra de quienes viven con menos de 500 euros, es que además "están creciendo más los excedentes brutos de explotación que la masa salarial". O traducido por el propio Manera: "Hay más parte de la riqueza y de los beneficios que va a las empresas y menos a los asalariados. Lo previsible durante la gran recesión (la crisis de 2008) era que hubiese caídas de los beneficios, pero los excedentes brutos suben en Balears: lo que hicieron los empresarios fue estimular contratación más precaria, con trabajos más flexibles y salarios bajos. Esto pasa en Balears y en muchos países de Europa. Es lo que lleva años comentando [el economista francés especializado en desigualdad Thomas] Piketty, que indica que todos los datos apuntan a una polarización social cada vez más acentuada".

Con lo que hay el doble de ricos que encima son más ricos mientras crece el número de pobres, y al tiempo mejoran las cuentas de resultados de las empresas, que tienen más beneficios. El dinero se multiplica pero no llega a quienes más lo necesitan. De ese modo, los asalariados de las islas se repartieron en 2015 un total de 9.422 millones de euros, 449 millones más que en 2010. Pero avanza la pobreza. La fractura social es así cada vez más evidente, dicen al alimón colectivos de objetivos y naturaleza tan dispar como Cáritas, los sindicatos o algunos de los grupos ecologistas y plataformas de respuesta al exceso turístico. Cada uno de ellos lo enfoca desde una perspectiva, pero todos confluyen en la misma idea: la clase media pierde fuelle y la sociedad vuelve camino a un pasado de ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres.

Con trabajo y sin dinero

Cáritas lo ilustra con casos como los de familias que recurren a ellos para encontrar un piso que compartir con otras familias de esta Mallorca del alquiler ilegal desbocado y los precios disparados. "Atendemos a muchos trabajadores a los que no les da el sueldo para sobrevivir", ejemplifica su directora, Margalida Riutort, que apunta a factores agravantes de la situación como el incremento acelerado de los precios de alquiler de vivienda.

Los sindicatos se refieren a su vez a la precariedad de unos empleos que han reducido cosméticamente las cifras del paro: esta verano hay un 16% menos de parados que hace un año, por ejemplo, pero hacen falta dos empleos de hoy para llegar a un sueldo de los de antes de la crisis. "Han logrado su objetivo con la crisis, que era este: devaluar los salarios, empobrecer a los trabajadores", analiza Ana Landero, secretaria de acción sindical de UGT Balears, que ve en lo ocurrido un plan cuidadosamente trabajado para abaratar el trabajo. "Debía ser que ganábamos más que lo que las élites del capital creían oportuno y la crisis lo que ha hecho es devaluar los salarios, valiéndose de reformas laborales que propiciaron despidos baratos".

Explotación laboral

Un análisis similar hace al respecto el economista Carles Manera, que habla directamente de "un problema de explotación laboral". "La reforma laboral dio facilidades para despedir barato, y luego no se ha contratado con salarios altos. Y hay un factor importante: la productividad del trabajo ha subido mucho, con menos gente se produce más. Donde había dos trabajadores ahora hay uno, que ha de hacer el trabajo de los dos anteriores. Es un problema serio de explotación laboral, con un mismo trabajador haciendo más cosas", abunda Manera, que en esto último dispara a la línea de flotación de la patronal empresarial balear, cuya tesis es que el problema de la economía balear es de productividad.

La combinación de todos estos elementos hace que Manera, Franconetti y Navinés documenten en su libro en ciernes una acusada caída del bienestar social en las islas, que pasan en el ranking de autonomías de ser, antes de la crisis, quintas en bienestar a ser décimas. Lo mismo ocurre con la renta per cápita: en 1986, los balears ganaban un 50% más que la media de los españoles, una ventaja que se reducía al 5% en 2008, al inicio de la crisis, para seguir cayendo durante una recesión que destruyó empleo para recuperarlo después, aunque con salarios más bajos. Las consecuencias son más dificultades para llegar a fin de mes y más hogares en los que cualquier gasto imprevisto es una amenaza de quiebra: en la isla que ha duplicado su número de ricos cada vez hay más familias compartiendo piso y más hogares que no tienen ni para encender la calefacción en invierno. La recuperación económica no es social.