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Perfil

Luis Francisco Ladaria: El teólogo brillante que también sabe ser cura de pueblo

Cuando está en Porto Cristo celebra misa en público casi a diario y se muestra ameno y próximo a la gente - Vive de forma muy austera

Se ha acabado el pulso, la soterrada batalla ideológica y de planteamientos doctrinales, entre el papa Francisco y el cardenal alemán Gerthard Müller. El pontífice ha optado por no renovarle el cargo de prefecto para la congregación de la Doctrina de la Fe. Es un hecho inusual, de difícil precedente en las altas esferas vaticanas y un golpe de timón en la Santa Sede porque, en la práctica, se trata del número tres en el gobierno de la Iglesia. Tras el Papa y el Secretario de Estado se sitúa el hombre de las ideas, el encargado de velar por la identidad teológica y moral, el guardián de los principios básicos, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

¿Quién es el elegido para el relevo? Un jesuita de Manacor, nacido en 1944, sobradamente formado y discreto por igual, con la dignidad de arzobispo y, en función de su nueva misión, irrevocable candidato a la púrpura cardenalicia. Aunque él jamás lo dirá, Luis Francisco Ladaria Ferrer, está en las antípodas del talante y comportamiento de su predecesor. Es "buena gente", honesto y nunca abonará la confrontación ni traicionará a un teólogo puesto en cuarentena o a un simple cura en apuros por un expediente que merodea en el Vaticano debido a su comportamiento.

Un día del verano de 2008 el cardenal Navarrete llamó en un aparte, en la Gregoriana de Roma, al ya prestigioso profesor Ladaria para advertirle de que estaba a punto de ser nombrado secretario de la Congregación de la Doctrina de la Fe y por tanto, también arzobispo. Pocos saben que la reacción del afectado fue escribir una extensa carta -seis folios- a Benedicto XVI argumentando los motivos por los cuales no debía ser designado. No obtuvo ningún éxito en el retroceso deseado. Es más, quienes conocen los entresijos vaticanos, aseguran que el propio Papa fue el principal promotor de Ladaria amparándose en cuatro rasgos fundamentales de él y de su trabajo: sus informes eran los más objetivos, los más precisos y documentados, los más neutros y no se involucraba personalmente en las causas en las que trabajaba.

A esta situación y a este comportamiento no se llega por azar ni en un día. Luis Ladaria cursó un bachillerato brillante en Montisión de Palma en la que obtuvo una permanente distinción de príncipe como alumno destacado. Aunque no eran del mismo curso, compartió prebendas con hombres como Félix Pons. El Montesión de su época ha dado, por tanto, para presidentes del Congreso o ministros y prefectos de la Doctrina de la Fe. Ladaria estaba en régimen de media pensión y se hospedaba en un piso de estudiantes, regentado por unas mujeres mayores, en la plaza de Santa Eulàlia. No todos los fines de semana podía trasladarse a Manacor.

Con una vocación jesuítica ya incipiente, por deseo paterno -su padre era médico de cabecera en el mismo Manacor- estudió primero Derecho en Madrid. Durante la carrera acumuló 24 matrículas de honor y compartió promoción con otros mallorquines como el también sacerdote Alfredo Miralles, quien ha sido notario en Madrid, Rafel Monjo, el gestor Miquel Miralles o Carlos March, de la familia y Banca March.

Con el título de Derecho bajo el brazo, Ladaria pudo ingresar ya en la Compañía de Jesús. Hizo el noviciado en Aranjuez mientras avanzaba en estudios de teología en Comillas y en la escuela de Sankt Georgen en Frankfurt. La historia y la patrística han sido sus primeras especialidades. Se sintió especialmente influenciado por el profesor Josep Sieven. Fue ordenado sacerdote en Montisión de Palma por el obispo Teodoro Ubeda, el 31 de julio de 1973.

La tesis doctoral la realizó ya en la Gregoriana de Roma sobre san Hilario de Poitiers. Cuentan que quien se la dirigió, el también jesuita vasco, Antonio Orbe, muy curtido en la materia, ha dejado sentenciado que la de Ladaria es una de las dos mejores tesis que ha podido ver a lo largo de su vida.

Hoy es el propio arzobispo de Manacor quien ha ganado fama de buen director de tesis y catedrático a la vez ameno y riguroso. Entre otros muchos, ha dirigido los doctorados del obispo de Solsona, Xavier Novell, y del San Francisco, en Argentina, Sergio Buenaventura.

El hombre próximo

Luis Ladaria es alérgico al protagonismo público y a las entrevistas. Las rechaza con su amabilidad y su permanente sonrisa, pero esto no significa que sea hombre esquivo o distante. Acostumbra a pasar los veranos en Porto Cristo, en casa de una hermana. Cuando está en Mallorca, para quien no le conozca, resulta imposible identificarlo como un alto cargo del vaticano. En los últimos años se le ha visto haciendo cola, con la máxima discreción, como ya señaló en su día Daniel Capó en un artículo en este periódico, en la oficina de expedición del DNI. También en otras oficinas de la Administración Pública.

En Porto Cristo acostumbra a celebrar misa en la parroquia de la Mare de Déu del Carme alternando con el rector Josep Caldentey. Hombres completamente distintos, un cura payés y un jesuita intelectual congenian sin embargo a la perfección. A Ladaria se le ve cómodo ejerciendo de rector de pueblo no oficial. Habla con la gente, no rehuye la conversación. También se zambulle con frecuencia en las aguas de Porto Cristo y halla tiempo para ejercer de cura sustituto. En las Benedictinas de Manacor, por ejemplo.

¿Tiene alguna debilidad? Sí, por lo menos una, le pierde la tortilla de patatas. Entre los jesuitas españoles residentes en Roma se ha vuelto tradicional una cita periódica en la que se prepara y come tortilla. Ladaria solo falla a la convocatoria si se halla fuera de la ciudad eterna.

El nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe es doctor honoris causa por la Universidad de Comillas y por la Pontificia de Salamanca. También posee la A d'Or de S'Agrícola de Manacor. Es la distinción reservada por esta asociación cultural a las entidades y personas más relevantes de la ciudad. Cuando recogió la distinción, hace un lustro, en el Convent de Sant Vicenç Ferrer, el Ladaria que lleva décadas residiendo en Roma, evocó los orígenes. Recurrió para ello al siau qui sou de Costa i Llobera dejando por sentado que quien continúa fiel a sus raíces no pierde la identidad. Ladaria se mantiene por igual fiel a la disciplina y discreción vaticana como a sus orígenes manacorins.

Hablamos del mismo hombre que al ser nombrado secretario de la congregación para la Doctrina de la Fe declinó hacer uso del apartamento al que tenía derecho en el palacio apostólico del Santo Oficio y decidió seguir viviendo con otros jesuitas en la Gregoriana de Roma. Prevalece la condición de estudio y docencia. Para sus traslados usa el autobús o los realiza a pie.

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