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Opinión: La riqueza no chorrea ni gotea, por Matías Vallés

La teoría esgrimida con mayor frecuencia para defender la concentración de la riqueza en pocas manos es el 'trickle down'. A saber, los ingresos estratosféricos de los privilegiados se filtrarán en dirección descendente y acabarán bañando en oro a las clases menos opulentas.

No solo en Mallorca está ocurriendo lo contrario. La riqueza no chorrea ni siquiera gotea, desafía el sentido descendente impuesto por la ley de la gravedad. En la isla se vive una economía de 'trickle up', desde los asalariados muy mal pagados hacia los beneficiarios de su actividad. El negocio de la explotación turística se remata con el complemento dinerario obtenido al pagar mal a los trabajadores.

El Gobierno decretó que las víctimas de la crisis eran los empresarios, y que los culpables eran los trabajadores. La desigualdad resultante ha alcanzado límites insospechados, hasta alarmar a las insensibles instituciones europeas. El desastre inmobiliario y financiero se convirtió en una oportunidad, pero no necesariamente para los asalariados.

El Govern progresista podrá presumir de haber obtenido los mejores resultados de la historia en empleo basura, sin duda la remuneración óptima para atender al turismo "basura" explicitado por el alcalde Noguera. En el debate del Estado de la Autonomía, la presidenta Armengol propuso "instar" a los empresarios a que subieran los salarios. Es decir, se hunden las percepciones por decisión legal imperativa, y su recuperación se circunscribe al terreno de lo deseable.

La industria turística admite un aumento del quince por ciento en el precio de sus productos, que ha conseguido absorber sin que se derrame ni una gota hacia los trabajadores. El Estado y los paraísos fiscales extraen insaciables su cuota, Mallorca se degrada y se asienta sobre un polvorín.

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