Sin obispo titular y con capacidad para situar a eclesiásticos propios, o bien originarios de la isla, en puestos clave de demarcaciones de mayor rango. Esta es la situación actual de la diócesis de Mallorca. Con el activo y ambulante Sebastià Taltavull como administrador apostólico, la diócesis se desprende de Antoni Vadell para que pueda lucir la mitra de obispo auxiliar de Barcelona y ve como el manacorí Luis Francisco Ladariaes elevado a uno de los puestos de mayor responsabilidad y capacidad de decisión de la curia vaticana.

El papa Francisco ha decidido no renovar el cargo de prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe al controvertido y conservador cardenal alemán Gerthard Müller y situar al frente de ella a quien hasta ahora ha sido el número dos de tan importante dicasterio, el jesuita Luis Francisco Ladaria Ferrer nacido en Manacor en 1944.

Es una ruptura en el sentido de que nunca antes se había producido una pérdida de confianza en un cargo vaticano tan trascendental. Francisco avanza en su línea de renovación y sorpresas. En términos prácticos y de línea programática hay quien ha situado ya el nombramiento de Ladaria como una de las decisiones más importantes del pontificado actual. Pasa a ser el eclesiástico de mallorquín de mayor nivel a lo largo de la historia solo equiparable, con matices, al cardenal Despuig. Se convierte también en el español mejor situado en el Vaticano.

El jesuita y arzobispo manacorí no es considerado un hombre especialmente progresista, es más bien conservador o cuando menos ortodoxo pero, sobre todo, un teológo sólido que desde Comillas a la Gregoriana de Roma o la Comisión Teológica Internacional, ha estado presente en las decisiones de mayor calado sobre el pensamiento que afecta a la Iglesia actual y su futuro. En este momento está al frente de los estudios sobre el diaconado femenino y participa, entre otros asuntos, en cuestiones que afectan a la disciplina de los lefebvrianos y la peliaguda pederastia imputada a sacerdotes.

Cuando existe un reconocido enfrentamiento entre un sector de cardenales y el papa Francisco, Ladaria parece llamado a ejercer de puente sin renunciar a nada y afianzando la línea marcada por Bergoglio. El hombre formado en Montisión de Palma, Alemania, Madrid y Roma es fiel a sus principios y convicciones, disciplinado en su comportamiento prudente y afable y discreto en el trato. En ningún caso repetirá las líneas de discrepancia protagonizadas por su predecesor y hasta ahora superior, el alemán Gerthard Müller. Su misión es más bien cerrarlas.

Quienes le conocen resaltan sus condiciones personales para solucionar problemas y, en este sentido, se apela, aparte de su formación teológica, a su experiencia como vicerector de la Gregoriana de Roma y a su prestigio como decano en su facultad de Teología Dogmática. También es doctor honoris causa por Comillas y la Pontificia de Salamanca.

Aparte de ser un irrevocable candidato al cardenalato, con su nombramiento como prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe, Ladaria, en la línea del papa Francisco, está llamado a dar un giro más abierto a la teología y a hacerla compatible con los asuntos más determinantes y las inquietudes morales que afectan de lleno a una sociedad agitada y siempre en evolución.

Ladaria ya trabajó en estrecha colaboración con el hoy papa emérito Benedicto XVI cuando ocupaba el cargo que ahora asume él. Francisco le pone en primera línea de decisión y le obliga a renunciar al silencio y la discreción. Ha prevalecido su actitud de servicio a la Iglesia.