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La fiesta en paz

¿Por qué nos odian?

Seis detenidos en menos de un año en Mallorca por presunta pertenencia al Dáesh trasciende de la anécdota y asciende al nivel de preocupación. ¿Es posible vacunarnos contra la infección?

La Policía se llevó a los yihadistas. ¿Son los únicos? Efe

ETA asesinó a 829 personas en sus 52 años de historia criminal, que van desde 1958 a 2010. Los dos últimos asesinatos sobre territorio español ocurrieron el 30 de julio de 2009 en Calvià. Diego Salvà y Carlos Sáenz de Tejada fueron víctimas de la barbarie de unos violentos que aún no han sido arrestados.

La organización terrorista vasca cometió otros atentados de menor calado en suelo insular. Atacó concesionarios de coches de marcas francesas o viviendas militares con artefactos de escasa potencia. Falló en sus dos intentos en Palma de magnicidio contra Juan Carlos I. A raíz de uno de los atentados fallidos se detuvo a dos etarras, los López Rego, padre e hijo, que llegaron en barco desde el sur de Francia a Alcúdia con el objetivo de disparar al monarca desde un piso de Portopí. Dos detenidos en suelo mallorquín en más de medio siglo. Seis supuestos integrantes del Dáesh han sido arrestados en doce meses por la policía en Mallorca. Alguno de ellos en lugares tan poco sospechosos de albergar un terrorista como Ariany.

La reacción de vecinos y compañeros de fe de los detenidos cuando son preguntados es tópica y hasta aburrida. "Eran normales", "no causaban problemas", "eran buenos trabajadores"... Nada que no se haya dicho de violadores o asesinos en serie. A lo sumo alguno de los consultados recordaba que en los últimos meses se había dejado crecer la barba o que había comenzado a vestir una chilaba hasta los pies.

Y, sin embargo, según el juez de la Audiencia Nacional existen serias sospechas de que los cuatro detenidos el miércoles en Mallorca se habían radicalizado. Celebraban reuniones clandestinas para sumarse o buscar gente que se alistara en el Estado Islámico. Grababan vídeos con un imán extremista que viajaba desde el Reino Unido para reivindicar la reislamización de Mallorca y su catedral. Y, lo que más nos ha impactado, uno de ellos pretendía salir a la plaza de Inca y, cuchillo en mano, matar a los inocentes que se le pusieran por delante hasta convertirse en un ´mártir´ -sinónimo de imbécil asesino-.

He pasado bastantes jueves en la delegación de Diario de Mallorca en Inca, que da a la plaza. He observado a las floristas que suelen instalarse frente al Ayuntamiento, a los niños que en algunas ocasiones bailaban sobre el catafalco central y a los compradores despreocupados. Jamás se me pasó por la cabeza que un asesino fanatizado por una religión pretendiera causar un baño de sangre.

Los cuatro detenidos vinieron a Mallorca hace una década. Seguramente huían de un lugar peor y lograron mejorar su status, porque en caso contrario hubieran regresado a sus lugares de origen. Aquí encontraron trabajo y algunos tuvieron hijos mallorquines. Y, sin embargo, nos odian.

¿Por qué?

Es probable que repudien nuestra forma de vivir, nuestras fiestas, nuestros baños escasos de ropa en la playa. Quizás rechacen que a algunos les guste el alcohol, que las mujeres tengan los mismos derechos que los hombres o que los homosexuales puedan hacer pública su opción. No importa. Una sociedad democrática como la nuestra no les obliga a entenderlo, simplemente deben respetarlo.

Unos pocos de los 30.000 musulmanes que viven en Balears deben soñar con que la historia retrocede ocho siglos. Visualizan una idealizada Madina Mayurca en la que el islam es una sociedad culta y más avanzada que la de los reinos cristianos. Encumbrar las virtudes del pasado es una debilidad humana, planear volver a él es de estúpidos. Intentar la regresión con métodos violentos es delictivo.

Los acontecimientos de esta semana sirven para comprender que no estamos menos expuestos que los madrileños, los londinenses o los parisinos. Un día puede caer sobre nosotros esta peste mundial. ¿Qué podemos hacer para evitar el contagio?

Lo primero es seguir confiando en la acción policial preventiva. El control de internet, el canal de adoctrinamiento y captación preferido por los terroristas, resulta clave para detectar a los individuos que se radicalizan. La fiscalización de las mezquitas y de los imanes es otra forma de atajar a los extremistas.

También hay que usar sus mismas armas. Hay que promover un islam moderado y respetuoso con las demás confesiones. Apostar por que se acepte, por convicción o acatamiento, que ninguna religión impone las leyes en una sociedad democrática.

La tercera línea de defensa pasa por que sea el propio cuerpo de la comunidad musulmana la que se inmunice contra los indeseables que la infectan. Sería inaceptable que, como hizo la Euskal Etxea de Palma cuando ETA asesinó en la isla, no condenen a los violentos. Y más intolerable aún sería que, por una malentendida solidaridad religiosa, no denunciaran a los sospechosos de acercamiento al Dáesh.

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