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Opinión

El peso de la instrucción y el testimonio

Parece haber llegado el momento de la verdad, el punto determinante, ya de imposible retorno, en el caso Cursach. La testigo protegida pero...

Parece haber llegado el momento de la verdad, el punto determinante, ya de imposible retorno, en el caso Cursach. La testigo protegida pero agredida por sicarios en búsqueda policial, en vez de desdecirse de sus alusiones a Rodríguez y Gijón, las concreta más y cuenta depravaciones y adicciones de unos políticos asentados en la negativa y cada vez en un círculo más cerrado y estrecho. No caben más indagaciones sobre el porqué uno tuvo que renunciar a la Delegación del Gobierno y el otro fue apeado de las listas del PP al Congreso. Pagaba Cursach. Hasta por lo menos 36.000 euros por sesión "rara" que obligaba al cambio de colchón. Es en este punto en el que el discutible comportamiento personal se transforma en inmoralidad pública porque, por supuesto, el dispendio del dueño de la noche en beneficio de dos significativos cargos públicos, no era altruista. La generosidad a fondo perdido no destaca en la trayectoria de un Cursach que ahora también ve como se agota su amparo en la indefensión. La Audiencia respalda su estancia en prisión, entre otras cosas porque considera evidente que dispone de medios para huir y a causa de la sucesión de amenazas que se han producido sobre testigos y otros afectados por el caso. Por desgracia, la realidad, agresiva, cruel, extorsionadora, sin alma ni humanidad, pero si depravada y adicta al rudo negocio inconfesable, vuelve a superar cualquier alucinación de ficción. En esta opaca Mallorca de la noche, lo que no se piensa, se hace. Y se realiza en un pozo oscuro en el que se sumergen cargos públicos insumisos de su función natural. La acción de la Justicia y la Policía está sacando el contenido del lodazal. Pero cuesta lo suyo.

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