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Matías Vallés: El PP no quiso a Gijón en Madrid

Matías Vallés: El PP no quiso a Gijón en Madrid B. Ramon

Álvaro Gijón se defiende con la testarudez y la soledad del corredor de fondo. Sin embargo, hay demasiados nubarrones que no logra disipar.

En primer lugar, su responsabilidad in vigilando como teniente de alcalde, cuando la Policía Local de Palma se convirtió en un foco de corrupción.

En segundo lugar, Gijón tampoco explica su amistad entrañable con el empresario responsable del mantenimiento de Palma, encarcelado ya por dos veces y procesado por presunta corrupción. En tercer lugar, no aclara el interés que pueda animar a la mujer que le atribuye una participación activa en orgías sufragadas por empresarios, a quienes debía controlar.

En cuarto lugar, Gijón se escuda en una pureza de costumbres que a nadie interesa. En la Mallorca del siglo XXI, la participación de un ciudadano en maratones sexuales consentidos o la capacidad de metabolizar drogas pertenece a su intimidad, y provoca más fatiga que escándalo. La pregunta acuciante es quién paga, y cual es la contraprestación a tamaña generosidad con un cargo público.

En quinto lugar, Gijón insiste en que no conoce a Cursach, pese a que este dato no indica su inocencia sino su insignificancia en el escalafón. Sería más ajustado declarar que nunca imaginó que un juez se atrevería a encarcelar al amo de la noche.

En sexto y último pero más importante lugar, el PP estatal rechazó a Gijón como integrante de las listas al Congreso. ¿También forma parte Génova de la conspiración, o aplicó el mismo criterio que en la liquidación de Mateo Isern, gracias a información privilegiada? Con estos ingredientes, la permanencia de Gijón en el Parlament y en Cort es excesiva incluso para el PP. Subestimar a una prostituta es un error más grave que sobreestimar a un matón. En la orilla de los valientes, el mayor peligro para el juez y el fiscal es morder más de lo que pueden masticar.

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