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Análisis

Penosa primera imagen de la isla

El aeropuerto de Palma es la primera (y la última) imagen de Mallorca que captan miles de viajeros y el caos que reina en sus accesos provoca que esa sensación sea muy negativa. Anteayer mismo se publicó un informe en el que Son Sant Joan estaba valorado como el mejor gran aeropuerto de España (por encima de los de Madrid y Barcelona) y el número 22 del mundo. No será por las facilidades y comodidad para llegar o salir de la terminal.

La plaza principal del recinto, la situada frente a la terminal de llegadas, sufre una densidad y desorden de tráfico similar al centro de una gran ciudad del tercer mundo. Los responsables de poner orden en ese punto estratégico de las instalaciones no quieren hacerlo: el Ayuntamiento porque reclama contraprestaciones a cambio de que la Policía Local cumpla con uno de sus cometidos básicos y AENA porque no quiere que sus ingresos disminuyan cediendo unos minutos gratis de aparcamiento gratis a los residentes.

Nadie quiere ceder, pero Cort no puede hacer dejación de sus funciones y dejar de prestar un servicio público, como es la regulación del tránsito en una de las zonas más saturadas de la ciudad.

El problema se agrava cuando, al agobio de vehículos y transeúntes, se une la guerra no solucionada entre los taxistas y otros sectores del transporte.

Los profesionales del taxi, que hace unas semanas se levantaron en armas contra la competencia ilegal y el intrusismo, quieren más inspectores y más policías. Pero Son Sant Joan funciona 24 horas al día, siete días a la semana y no tenemos un ejército de inspectores para que hagan de cascos azules.

Corren amenazas de nuevos paros salvajes en ese transporte público esencial para que la máquina turística funcione en la isla.

El verano no ha empezado y deberían tomarse medidas para que esto no acabe mal.

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