Búger se ha entregado al alquiler vacacional. El pequeño municipio situado entre Sa Pobla y Campanet, ignorado por muchos mallorquines, cotiza al alza entre un tipo de turista rural y con un bolsillo profundo. A una distancia más o menos equidistante entre el mar y la montaña, es la localidad de Mallorca con más densidad de plazas turísticas en relación a su población. Los autóctonos celebran el trasiego de visitantes y, sobre todo, la inyección económica que eso supone.

Búger ofrece en el portal Airbnb 789 plazas turísticas repartidas entre 116 viviendas -solo dieciséis de ellas con licencia-. Son cifras de Dinsairbnb.cat, una web nacida para sacar a la luz datos de viviendas y propietarios de las islas que no son accesibles en la página oficial. La localidad, con 1.050 habitantes censados en 2016, cuenta con un 75% de camas en relación a su población. Insólito, teniendo en cuenta que el municipio está alejado de los circuitos turísticos tradicionales de la isla.

La alcaldesa de la localidad, Liniu Siquier, maneja cifras de la Agencia Tributaria de les Illes Balears (ATIB) que, aunque rebajan el número de viviendas destinadas al arrendamiento vacacional, llegan a la misma conclusión: es el municipio mallorquín con más densidad de plazas con respecto a su población.

"Me llevé una sorpresa cuando lo vi. Esta es la realidad, pero me preocupa porque el pueblo no tiene los servicios necesarios para recibir a tanta gente. Estamos hablando de una actividad comercial que no tributa como tal y que por tanto como Ayuntamiento no nos da margen para añadir nuevos servicios en el pueblo", explica Siquier.

Según los datos de la ATIB, en Búger hay 539 plazas turísticas repartidas en 75 viviendas. Según Siquier, 42 de esas casas estarían dadas de altas en la conselleria de Turismo, 21 en tramitación y el resto serían ilegales. Números muy llamativos teniendo en cuenta que en el conjunto de Mallorca casi dos de cada tres viviendas vacacionales actúan al margen de la legalidad.

"Podemos aumentar nuestro programa de actividades lúdicas para el verano y llevar a cabo alguna iniciativa para enseñar nuestro patrimonio histórico y cultural. Que sepan que aquí tienen cosas que ver. También sería positivo que al menos cenaran aquí, y que no se tomen Búger como un lugar únicamente para dormir. Pero más gente genera más residuos, y con nuestros recursos eso va ser un problema porque aquí recogemos puerta a puerta", afirma la alcaldesa de Més.

Una visita por algunos de los bares del pueblo permite hacer una radiografía más o menos exacta del tipo de turista que recibe Búger. "Son gente de calidad, con dinero, mediana edad y muy interesados por nuestro paisaje", explica Joan Quetglas, propietario de Can Fiol. "Este año hemos visto a quince o veinte familias que ya vinieron en 2016. Les gusta mucho esto. Salen y hacen fotos a los almendros o a una pared de piedra. Nos han dado la vida", explica este restaurador.

"El pueblo está encantado con esto", subraya Josefina Martín, de Cas Rector. "Se quedan aquí y gastan. Nunca dan problemas, no tiene nada que ver con el turismo de sol y playa. Nos ha ido muy bien para el negocio", afirma.

Pernoctar en Búger este verano no es barato. Una habitación en el pueblo ronda los cincuenta euros la noche, y la vivienda entera supera los cien. Alquilar alguna de las fincas o villas a las afueras del núcleo urbano está al alcance de unos pocos. Y de cara a la temporada estival ya está casi todo ocupado.