A la isla le falta piel. Se le ha quedado pequeña. A fuerza de estirarla se le rasga por las costuras: en solo diez años Mallorca ha pasado de 5,9 millones de turistas anuales a casi el doble, 10,9 millones de almas viajeras con ganas de playa, cuando la población apenas crecía en ese tiempo en 51.950 personas y el territorio, lejos de crecer, se encogía por el avance implacable de la mancha de cemento que urbaniza cada rincón de esta Mallorca a la que ya no le basta su piel.

Ni sus pulmones: desde el año 2000 la isla ha visto cómo su parque de automóviles se ha disparado desde los 547.108 vehículos a los 741.598 de la actualidad (sin contar 100.000 coches de rent a car no censados), con lo que desde principios de 2016 Mallorca bate cada mes su récord histórico de consumo de gasolina y de gasóleo. Así que a la isla escasa de piel le sobra humo y le falta aire. Tampoco va bien de hígado y riñones, por lo que le afloran todas las impurezas de golpe, como a quien dilapida la juventud entre cubatas y pitillos, para descubrir la vejez prematura e instantánea de quien no se cuida y da la salud por supuesta: basta comprobarlo en los contenedores de basura, que nunca se llenaron tanto. Lo refrendan también esas depuradoras que evitan los vertidos fecales al mar, pero están al límite, según confirma con pesar el propio conseller de Medio Ambiente que las gestiona, que trata de curar a golpe de talonario público y en dos años la resaca de dos décadas de abandono.

Peor solución tiene el agotamiento de los acuíferos: a diferencia de las depuradoras, las reservas naturales de agua no las paga la MasterCard. Y mientras a la cultura del ahorro de agua le cuesta abrirse paso la isla abrió sus grifos más que nunca durante la sequía del verano pasado, una combinación de agotamiento físico y dieta excesiva que condenó a la urgencia de los cortes de agua en lugares como Campos y localidades de media Serra.

Hasta ahí, hasta los bosques de la Tramuntana, alcanza el problema, que el pulmón verde de la isla es grande, pero no se basta ni a sí mismo. Todo ello lo documentan datos oficiales que tienen desglosados junto a estas líneas. Son del Consell, de Emaya, de Tirme, de Ibestat, del Ministerio de Energía, de la Dirección General de tráfico, del Ministerio de Fomento y del Banco de España, que apuntan en una misma dirección: la isla funde recursos y supura residuos cada vez más rápido. También lo denuncian los ecologistas, claro, aunque ya no están tan solos como hace una década: hoy hablan igualmente de situación insostenible economistas de postulado teórico dispar y empresarios de distintas ramas (incluida la hotelera), a los que se unen políticos de casi todos los colores, que coinciden en que la hora de actuar llegó hace tiempo, quizá demasiado.

Turismo insostenible

El acelerón de la isla por la senda de lo insostenible sería imposible de entender sin el exceso turístico: la afluencia de viajeros ha crecido un 85%, hasta casi doblarse en seis años. Donde había una sombrilla ahora hay dos. Donde antes había cola o hay un colapso. Donde había un atasco a la semana hoy hay uno al día, incluso en mayo. El incremento hacia lo insostenible, casi hacia lo imposible, se produjo de forma acumulativa durante la crisis iniciada en 2008, en la que el volumen de viajeros creció sin freno (no así el empleo y los salarios ligados al turismo). Se llegó así a 9,1 millones de turistas en 2012, cifra histórica que desde entonces se ha batido año a año (salvo en 2015), hasta fraguar en 2016 en esos 10.920.237 turistas que marcan un récord también imposible de entender sin el alquiler ilegal: mientras el turismo se doblaba en seis años, las tasas de ocupación de hoteles, casas vacacionales y apartamentos turísticos autorizados se mantuvieron estables, como su oferta. ¿Dónde dormían esos casi 500.000 turistas extra de cada día de verano que no se alojan en hoteles y oferta legal? No hay datos, pero abundan los indicios: la facturación de AirBNB ronda los 300 millones al año mientras el consumo de energía eléctrica en las viviendas residenciales crece el doble de rápido que en el resto de sectores y los precios del arrendamiento subieron un 40% en tres años.

Desestacionalizando basura

Los efectos de esa mancha turística creciente e implacable se ven en todas partes, como muestran los datos de generación de desechos plásticos. El incremento de este tipo de residuos es fulgurante hasta en zonas turísticas tradicionalmente más tranquilas, que ahora están igual de abarrotadas que todo: en Sant Llorenç y sus playas la cifra de envases tirados a la basura se disparó un 30% el año pasado, un porcentaje que en el caso de Son Servera asciende al 47%, para quedarse en un nada desdeñable 39% en Andratx y un 28% en Alcúdia. El resultado de conjunto es como para plantearse que algo se está haciendo mal: en la isla se tiraban 10.611 toneladas de envases en 2010, que el año pasado ya fueron 15.582, máximo histórico, tras una aumento brutal, del 47% en solo seis años. Solo en 2016, el volumen de envases tirados creció un 16% en agosto, un 17% en febrero y un 21% en noviembre: la basura también se desestacionaliza.

El consumo de combustible a su vez deja claro que la saturación es un fenómeno muy reciente. Desde principios de siglos hasta 2013, la demanda de gasóleo y gasolina súper se mantuvo estable. Eso cambió en 2013. La fuga de turistas de otros destinos y la rápida expansión del alquiler vacacional ilegal, combinadas con la bajada de precio del carburante, han disparado el consumo un 10% en solo tres años.

Lo alarmante es que hoy se consume más que nunca, pero menos que mañana: la tendencia al exceso solo se acelera, como desnudan los datos de demanda eléctrica, recogida de basuras o incluso importación de productos de consumo básico. Que esa es otra: la isla cada vez es menos capaz de abastecerse a sí misma. La cuenta no cuadra: mientras crecen las bocas que alimentar y se dispara la mercancía importada, se encogen los campos de cultivo agrario (un 9% menos) de una Mallorca más centrada que nunca en su monocultivo turístico. Así que crece el número de turistas, aumentan los humos, se multiplica la basura y avanzan los beneficios empresariales. En la isla insostenible todo crece. Todo, salvo una variable clave: según la conselleria de Trabajo, en la Mallorca de los récords de todo el poder adquisitivo de los asalariados bajó un 3,4% desde el año 2009, cuestionando también las sostenibilidad de una economía en la que se trabaja más para vivir peor. A la isla escasa de piel también le falla el equilibrio.

Sequía y Acuíferos

Es un incremento del 11% en un solo año, 2016, que encima fue de sequía. Todos los meses se alcanzó el máximo consumo histórico: la saturación se extiende por el calendario. Tanto que el consumo de agosto no fue el que más se disparó: en febrero el incremento fue del 15%. Además la demanda de agua de abril, mayo, octubre e incluso noviembre y diciembre, estuvo cerca de la de julio y agosto. En el Ayuntamiento están seguros de que hay un aumento de la demanda que apunta a insostenible.

Basuras

Con la isla más llena que nunca, hay más basura que nunca. Aunque los residuos crecen incluso más que la presión humana, algo atribuible a un modo de vida cada vez más basado en productos envasados. El resultado da vértigo: hemos pasado de 508.641 toneladas de basura en el año 2012 a 554.495 el verano pasado, el de la saturación. Eso son 46 millones de kilos de basura más, como si cada residente de la isla hubiese tirado al cubo 55 kilos más de desechos, crecimiento atribuible a los excesos del turismo.

Vertidos al mar

A lo que tiramos al contenedor hay que sumar lo que se va por el desagüe y el retrete. Que es cada vez más: en cuatro años de crecimiento turístico fulgurante, las depuradoras de la isla han pasado de filtrar 61.311 toneladas de lodos a 69.614. Crece así un 14% el volumen de aguas fecales y residuales. Consecuencia: más vertidos fecales al mar, fenómeno que según el Govern estará mejor controlado este año, después de que se hayan hecho inversiones aplazadas más de una década por gobiernos precedentes.

Plástico tirado

La mala noticia es que la naturaleza tarda más de 150 años en degradar el plástico. La peor es que Mallorca ha disparado su uso del plástico: en la isla se tiraban 10.611 toneladas de envases en 2010, que el año pasado ya fueron 15.582, máximo histórico, tras una aumento brutal, del 47% en solo seis años. Solo el año pasado, el volumen de envases tirados creció un 16% en agosto, un 17% en febrero y un 21% en noviembre: la basura también se desestacionaliza. Y durará siglos.

Combustible y humos

El consumo de combustible deja claro que la saturación es un fenómeno reciente. Desde principios de siglo al 2013 la demanda de gasóleo y gasolina súper se mantuvo estable. Eso cambió en 2013 y el consumo ha crecido un 10% en tres años. El agosto pasado fue el mes en el que más combustible se quemó en Mallorca, con lo que eso supone para los pulmones de todos. Los máximos de verano se están trasladando al invierno: este marzo cayó el récord de quema de combustible, tras crecer un 17% en cuatro años.

Gasto energético

La demanda de energía avanza imparable. Ningún agosto se consumió tanta como el pasado. Hay un factor revelador: durante el boom del alquiler ilegal, el gasto eléctrico que más se eleva es el doméstico, con lo que ya pueden intuir dónde se aloja la cantidad de viajeros adicionales que abarrotan en verano una isla que antes ya llenaba sus hoteles y alquileres vacacionales legales sin que hubiese tanta presión sobre el consumo. El avance del gasto doméstico en agosto es del 9% en dos años, el doble que la media de consumo.

Coches

Los malos humos se multiplican con los motores: la isla ha pasado de los 547.108 vehículos censados en el año 2000 a los 741.598 del año pasado, un crecimiento brutal, del 35%, en el que no se computan los 100.000 coches de rent a car que el Govern estima que hay en las islas. En total, casi 850.000 vehículos, para los que se ha recetado siempre la misma solución: ampliar las carreteras. El avance de los malos humanos además se acelera a ritmo de 45.000 coches más al año desde el 2012.

Mancha de cemento

La acción humana ha destruido tanta naturaleza de Mallorca en 30 años como en los anteriores veinte siglos. El dato es del Observatorio de la Sostenibilidad, que documenta que desde 1987 el espacio urbanizado cerca del mar ha crecido un 49%, avance fulgurante que ha exigido pasar la piqueta una media de 217 hectáreas al año ( es decir, como construir 217 campos de fútbol al año durante 30 años). Y el avance sigue: aún hay espacio autorizado para duplicar la mancha actual cemento y edificios.