El catedrático Pablo Escribá afirmó ante el juez que la UIB le estuvo presionando para promocionar el Minerval, el falso medicamento que se dio a conocer como un producto que podía curar el cáncer, cuando no se habían demostrado sus cualidades medicinales.

El investigador echó balones fuera, siguiendo una estrategia con un objetivo claro: incidir ante el juez que el Minerval no era un fármaco, sino un complemento alimenticio y, sobre todo, que jamás engañó a nadie, ni se enriqueció.

Escribá detalló al juez que el Minerval era un medicamento en desarrollo. Afirmó que no se comercializaba, pero no se podía decir que era un falso fármaco. "Se trata de un producto natural que aparece en nuestra dieta", señaló, al referirse a su principal componente, que es la molécula 2hidroxioléico.

Responsabilidad de la UIB

El catedrático dirigió la responsabilidad hacia la UIB. Contó que la primera vez que enseñó el resultado de sus investigaciones, "me dijeron que tenía que presentarlo ante la prensa". Sin embargo, no aceptó ante esta presión, porque sabía que antes de hacer una presentación pública, se debían realizar publicaciones en revistas especializadas. "Hicimos el estudio y luego lo presentamos".

El investigador detalló que la primera persona que contactó con él para interesarse por este descubrimiento fue un biólogo, que le comunicó que su hermano tenía cáncer. Escribá contactó con un médico norteamericano, para que el enfermo entrara en un ensayo clínico, pero fue rechazado. El biólogo, según Escribá, volvió a su laboratorio y le dijo que a su hermano le habían dado dos semanas de vida y, como última esperanza, le propuso que probara el producto. Fue el catedrático quien lo compró en Estados Unidos. Adquirió 200 gramos, pero solo dio 150. "Al entregarlo le advertí que el tumor era muy agresivo y que podría no funcionar. Semanas después el biólogo le comunicó que su hermano estaba mejor y que había recuperado la capacidad motora. "Me mandaron las resonancias y el tumor se había reducido a la mitad, pese a que solo tomaba medicamentos paliativos".

Reconoció que no fue la única vez que compró el producto, pero nunca pidió dinero. Para financiar la compra, con un coste de 20.000 euros, utilizó fondos que la UIB asigna a proyectos de investigación.

Producto natural

Aunque el Minerval no se puede considerar un fármaco, porque no ha sido aprobado por las autoridades sanitarias, el catedrático dijo que no veía ningún problema en venderlo como complemento alimenticio y reiteró al juez que al ser un producto natural, "todo lo que no está prohibido, está permitido".

Escribá señaló que la UIB es la dueña de la patente de la molécula descubierta y es la que recibe el dinero por su uso. Detalló que la empresa Liphofarma negoció con la UIB la explotación de esta patente. "Se debía vender como producto alimenticio, no como fármaco", insistió.

El profesor explicó que fue fundador de Liphofarma, con un 9% de participación, si bien nunca ha trabajado para esta empresa. "Soy empleado de la UIB. Mi mujer era apoderada, pero no ejercía".

Afirmó también que nunca ha promocionado su descubrimiento y jamás ha dado falsas esperanzas afirmado que el Minerval curaba el cáncer. "Todos sabían que era un producto natural".

"Los que han pagado por Minerval ha sido porque tenían interés en comprar el producto", afirmó en su declaración.

Escribá negó que hubiera manipulado las imágenes médicas de los tumores para convencer de que el producto curaba la enfermedad. "Los estudios científicos no se pueden falsear, ni las imágenes se pueden retocar".

El catedrático reconoció que él compraba el producto en el laboratorio y que después se encargaba de encapsularlo en su propia casa. "Era fácil de manejar", explicó al juez.