Miquel Gaspar, vecino de Palma, de 74 años, tiene muy clara su política de gestión en la cocina de su casa, que puede resumirse en la proclama: "¡Aquí no se tira nada!". Su manual lo completa otra idea básica de supervivencia doméstica: "Imposible repetir, sólo se come un plato".

Empujado por las estrecheces económicas que, sí, existen en la Mallorca del nuevo boom turístico, este antiguo empleado de una agencia de viajes, ya jubilado, es un amplio conocedor de las alternativas para conseguir alimentos de forma gratuita.

Los ingresos son los que son (cobra una pensión mínima) y el hambre, que no entiende de modulaciones, es la que es. Regularmente, Gaspar acude al local donde Mallorca Sense Fam hace un reparto de comida cada semana en el local que tiene en la calle Vinyet de Palma. Son las 10.30 de la mañana y hay un constante trasiego de carritos y bolsas de las numerosas personas que allí se congregan.

Gaspar, que acarrea dos grandes bolsas con frutas, verduras, legumbres y arroz, destaca el papel que cumple Mallorca Sense Fam, respecto a otras alternativas. Alguna vez, asegura, sí que ha ido a restaurantes en busca de alimentos. "Y alguno sí que te da sus sobrantes, pero son la minoría. Los hoteles tampoco colaboran mucho", apunta. ¿Y los supermercados? "Ahora tiran los alimentos (desechados) directamente al camión y la gente no puede recogerlos", cuenta este mallorquín. Le da la razón otro usuario del servicio de reparto de comida de Mallorca Sense Fam, Francisco Fernández, vecino de Inca. Cuenta que él ha intentado ir alguna vez a la parte trasera de los supermercados. "Pero no me permitieron coger nada", apunta. Fernández está en el paro, cobra unos 400 euros de ayuda familiar y tiene cinco hijos a su cargo. "Vivimos al día. A veces, con pan y, a veces, sin pan", dice.

Por debajo de esas estadísticas que hablan del gran desperdicio de comida (ver información adjunta), estas personas son la excepción de esa realidad caracterizada por una abundancia mal entendida.

"No dejamos que nada se eche a perder. El cardo, por ejemplo, lo congelamos siempre", explica Fernández. "No tiro nada, lo aprovecho todo al máximo", le secunda Eugenio Arroyo, quien lleva un año y medio acudiendo al reparto regular de comida.

En casa de Miquel Gaspar, tiran también de mecanismos de supervivencia y él mismo se encarga de dar algunos consejos al respecto. Truco uno: para hacer el café no utilizan cafetera, porque se pierde mucho producto. Truco dos, que le ha enseñado la familia boliviana con la que convive: "Yo no sabía que se podían aprovechar las hojas de las alcachofas. Pero se pueden hervir, y son muy buenas para el hígado".

4.270 personas

El año pasado, pasaron por este local 4.270 personas (1.205 familias) en busca de ayuda, informa Joan Martorell, de Mallorca Sense Fam. Un día normal de reparto reúne a unos 140 usuarios, que son atendidos por una veintena de voluntarios. A cada persona que solicita ayuda, se le requiere previamente una documentación. Después, el interesado tiene que ir a la parroquia de la Asunción, donde unos voluntarios evalúan si es merecedor de la ayuda o no. Si pasa este trámite, se le da un volante con la hora y la fecha a la que puede pasar por el local de la calle Vinyet.

Se reparten unos 40 kilos de comida por usuario. Una parte importante del paquete, detalla Martorell, está compuesto por productos frescos (frutas y verduras). En el reparto también hay aceite, azúcar, arroz, pasta, comida infantil, pastelería y leche, entre otros productos.