La abrasión turística del año pasado fue tal que ya todo el turismo escuece, hasta el punto de que a los ecologistas les preocupa incluso su medio de transporte favorito: la bicicleta. Queda claro con los mensajes que coincidieron en difundir ayer dos plataformas ecologistas y proteccionistas del impacto del GOB y Terraferida, que divulgaron el mapa de la marcha cicloturistas Mallorca 312, acompañado de mensajes críticos con el "colapso de las carreteras", la utilización de la isla "como velódromo", o la definitiva conversión de Mallorca en una "isla hotel" o "isla escenario".

"El 29 de abril más de 6.500 ciclistas colapsarán las carreteras", argumenta por ejemplo el GOB en su perfil de Facebook, en el que, como hace también Terraferida, adjunta el mapa de los cortes previstos para ese sábado. Que no son pocos, ojo: el recorrido pasa prácticamente por toda la mitad norte de Mallorca, desde el Port de Pollença a Andratx, tras cruzar toda la Serra, y de allí de vuelta a Alcúdia para surcar las carreteras y caminos de sa Pobla, Santa Margalida, la Platja de Muro, Arta e incluso a la muy oriental localidad de Sant Llorenç. En total, más de 300 kilómetros de carreteras, para los que en muchos tramos no hay alternativa.

De ahí gran parte de las quejas. Hay más: Terraferida convierte a su vez la prueba en la escenificación del inicio de un verano en el que Mallorca romperá de nuevo sus costuras para acomodar a más turistas que nunca: "Hay 6.500 bicicletas previstas, el ensayo general de una isla al borde del colapso. Estáis avisados", dicen, acompañando dl mensaje de un etiqueta que tiene pinta de arrasar en redes sociales en los próximos meses: #HotelMallorca.

¿Es para tanto la cosa? Pues en lo que respecta a la temporada, parece que sí: las previsiones de vuelos de las compañías y las ventas de reservas en hoteles y la oferta de alquiler legal e ilegal apuntan a que, tras asfixiarse en los meses centrales del verano pasado, Mallorca vivirá otro estío de exceso y récords de saturación humana y facturación empresarial. Menos unanimidad hay en torno al impacto de la prueba del sábado 29, como recuerdan muchos de los ciudadanos que comentan los mensajes del GOB y Terraferida. Abundan entre ellos los que aluden al hecho de que los participantes son cicloturistas, quizá los viajeros más sostenibles. También destacan los que defienden el ciclismo en abril como la vieja aspiración de una Mallorca que años atrás hablaba de la necesidad de desestacionalizar con deporte y ahora debate sobre si es conveniente hacer también negocio en temporada baja (hay destacados ecologistas que sostienen que desestacionalizar significa acabar con el único respiro que tiene una isla castigada por una excesiva presión humana).

Frente a estos mensajes favorables a la prueba surgen otros de hartazgo. Muchos cargan contra los cortes de carretera, recordando que, lejos de ser las dos horas que dibuja la organización en algunos de sus tramos más cortos, la 312 supone restricciones completas de acceso de hasta diez horas, como ocurrió en pruebas pasadas. Otros arremeten contra la conversión de Mallorca y algunos de los enclaves naturales más emblemáticos de su Serra en un parque de atracciones al servicio de turistas de toda Europa.

Con lo que la creciente turismofobia queda clara y el debate sobre la conveniencia de desestacionalizar está servido. No lo evita siquiera que detrás de la prueba esté un club ciclista histórico en la isla, el Artanenc. Tampoco aplaca las iras que el evento aporte 2 euros de cada inscripción a Unicef, del mismo modo que en años precedentes recaudaron fondos para repoblar los bosques quemados de la Tramuntana: la saturación turística es ya un estado de ánimo.