No corren buenos tiempos ni para los baleares que sufren alergias, patología que se estima que afecta a entre un 20% y un 25% de la población residente, ni para los miles de turistas que nos visitan para hacer ciclismo en las carreteras de la isla cuando la presencia de pólenes en el aire es más elevada.

Y es que no solo Balears se mantiene, irreductible, como la única comunidad del país que no cuenta con alergólogos en su sanidad pública, sino que también ha dejado de controlar los niveles de pólenes que flotan en el aire que respiramos, una medición que resulta fundamental para que las personas afectadas por los diferentes alérgenos puedan aumentar su medicación o extremar las medidas de precaución. Desde julio pasado, no se realiza ninguna medición sobre el tipo o la intensidad de los pólenes presentes en la atmósfera.

Estas mediciones se realizaban gracias a un convenio firmado entre la UIB y la conselleria de Medio Ambiente en 2006 que se mantuvo hasta 2010, explica la responsable de recopilar y analizar los datos recogidos por los captadores de polen, Marzia Boi, doctora en Biología y profesora asociada del área de Botánica en la UIB.

Durante la vigencia de este convenio se adquirieron, y se usaron, captadores de pólenes en Manacor, Eivissa, Formentera y Menorca. Y con anterioridad funcionaba otro captador ubicado en el terrado del Colegio Oficial de Farmacéuticos, en la calle Volta de la Mercè de Palma, que la bióloga analizaba desde finales de 2003.

"En ese año se constató de forma clara que el cambio climático estaba provocando floraciones más largas y de mayor intensidad que provocaban más molestias a las personas sensibles a esos pólenes", pone en contexto Boi.

La extinción del convenio con Medio Ambiente se tradujo en que, a partir de 2010, se dejaron de hacer mediciones en todos los captadores mencionados excepto en el que está ubicado en Palma.

"Dejaron de pagar y dejé de hacer unas mediciones que, en la época de primavera, me llevaban hasta treinta horas de trabajo a la semana. Los captadores de pólenes de Manacor y del resto de las islas, excepto el de Palma, se han dejado de usar desde 2010 pese a que se trata de unas máquinas muy caras que habían costado unos 4.000 euros cada una", lamenta la especialista en Botánica.

Responsable y consciente de la importancia de tener datos sobre los agentes biológicos que flotan en el aire, Boi continuó realizando las mediciones del captador ubicado en Palma y trasmitiendo los datos tanto a la Red Española de Alergología (REA) como a su sociedad científica, que le remuneraban escasamente su trabajo.

Hasta que en julio de 2016, decidió tirar la toalla ante el completo desinterés de las autoridades de esta comunidad, que se desentienden de un problema que afecta a uno de cada cuatro baleares y que el cambio climático agrava.