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Opinión

El contrato a dedo apunta al Govern

El contrato a dedo apunta al Govern

Francina Armengol tuvo que comparecer en solitario, para taponar precipitadamente la crisis provocada por Més al adjudicar contratos a dedo a su jefe de campaña. Biel Barceló vive la legislatura como una fiesta perpetua. No comparece para dar la cara ante los ministros en las ferias turísticas, ni para afrontar el desastre que ha provocado al privilegiar con atolondramiento a su "hermano" Jaume Garau por encima de los deberes de su cargo. La debilidad es una autopista hacia la corrupción, un gobernante no puede tener intereses contrarios a los gobernados de su propio partido.

Se necesita mucha ignorancia para concluir que los contratos diseminados por Barceló y sus correligionarios favorecen a otro integrante del Pacto. Mallorca cuenta con un votante progresista genérico. Su movilización en 2015 gracias a José Ramón Bauzá, y su oportuna distribución en las casillas de PSOE, Podemos y Més, rindió un triunfo inimaginable para la izquierda. El vicepresidente ecosoberanista respondió a esta aclamación nombrando a cargos intermedios que no desentonarían en una conselleria del PP. Su política contractual a dedo también sería aplaudida por la derecha, que hubiera respondido a las revelaciones con una nueva remesa de contrataciones arbitrarias.

El dedo de los contratos apunta al Govern entero, desde el mismo día en que se suscribieron. Mientras se dedicaba a la vida loca, Barceló envenenaba al progresismo y probablemente garantizaba la devolución del poder al PP en 2019 (lo cual favorecería a los socialistas, según los ignorantes de antes).

A los socios del Pacto les asiste el derecho a descargar hoy su ira sobre Barceló, lo cual no evitará que paguen las facturas a dedo y a escote. Armengol demostró cuando menos capacidad de reacción, ante la crisis de credibilidad que puede costarle el cargo. Su error fue no comparecer a la rueda de prensa del viernes junto a la nueva consellera de Cultura y Transparencia, después de cerciorarse de que no está enamorada de Garau, el nuevo Daniel Bachiller. En cuanto al vicepresidente escondido, solo demuestra su integración en una élite que se siente responsable del país, pero no ante el país. Y a brindar.

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