A un partido presidido por Biel Company no le conviene extremar el celo contra la corrupción. De ahí que el PP amnistiara ayer a los numerosos investigados de su partido, retrasando el paso de imputado a amputado. Un análisis apresurado atribuiría esta decisión masiva a la feliz convivencia del partido antaño hegemónico de la derecha con la corrupción. No es correcto. Los congresistas querían aniquilar cualquier propuesta emanada de José Ramón Bauzá, el president de Balears que más vergüenza les ha causado. Si el senador hubiera propuesto una lista compuesta exclusivamente por imputados, también la hubieran rechazado por aplastamiento.

Dado que a Bauzá le cuesta entender las manifestaciones multitudinarias convocadas por la izquierda y el veredicto de las urnas convocadas por la democracia, sus propios compañeros le imputaron ayer un crimen que condenan con mayor dureza que la corrupción. El fracaso. Singularizaron en el farmacéutico pluriempleado su desgraciada situación en el rompecabezas político, donde apenas juegan un papel de comparsas.

El PP decide este fin de semana si se arrepiente de su pasado o si prefiere repetirlo. Los pitos a Bauzá entre aplausos muy someros pudieron desembocar en un abucheo interno. El expresident debe presumir de suscitar una repulsión transversal, sin distinción de ideologías. Sus correligionarios también le pitan. Es el mejor resumen de su etapa en el Consolat.

Al otro extremo del cuadrilátero, Company bordeó la aclamación en su intervención vespertina. Es otra prueba de la desesperación de los populares, que se agarran a un clavo ardiente para desmarcarse de Bauzá. Se jaleaba al presumible nuevo líder del PP con un rotundo "¡Presidente!". De nuevo, en perfecto castellano, porque los conservadores no rechazan ese idioma sino únicamente su explotación fundamentalista a cargo del senador.

El mayor logro idiomático de Bauzá es conseguir que los votantes conservadores llamaran "catalán" al anterior "mallorquín". Ayer traspasó otra frontera en su cruzada filológica. Solo hay algo que un militante del PP mallorquín odia más que lo catalán, y es lo balear. Lo mismo vale para ibicencos y menorquines, no conozco a ningún formenterense conservador.

Ante un panorama que siempre ha sido incapaz de analizar, el tándem Bauzá/Delgado sublimó la torpeza mayúscula de someter a votación una "llengua balear". Hubieran tenido más éxito de haberla denominado "llengua española". Su reivindicación idiomática recibiría una acogida más feliz en un Congreso del PSOE, el partido sin ocho apellidos mallorquines.

Bauzá/Delgado han exteriorizado, en el foro más favorable, el peso real de sus delirios lingüísticos. Lo peor es que conocían el desenlace de antemano, sabían que colisionarían con un PP harto de profetas. Dado que la ignorancia del expresident corre paralela a la intensidad de sus obsesiones, conviene que consulte la evidencia histórica de que en Mallorca se puede ser de derechas y nacionalista, según demostró Gabriel Cañellas con el PSM que prohijó.

El idioma "es una manera de vivir" (Wittgenstein), y Bauzá no entenderá jamás que un congreso de su propio partido le grite "presidente" a Company, pero que rechace el regreso del farmacéutico ni como "president". Si no se recupera en la votación de los afiliados gratis total de hoy, la candidatura del senador recordará el asalto al liderazgo del PP a cargo de Juan Forcades. En efecto, nadie lo recuerda.

La relación entre regionalistas y españolistas en el PP balear está muy estudiada, dos a uno. Una pizca más, setenta a treinta. Sirvan de precedentes las confrontaciones Estarás/Delgado y Bauzá/Delgado. No se rían, el senador era nacionalista o lo que fuera menester. Por encima de este margen, Company podrá personalizar el triunfo y soñar con rebajar el estado de ansiedad de los populares ante su retroceso. Con un marcador más ajustado, la innegable fractura pasará factura.