En el apogeo de su poder una década atrás, Esperanza Aguirre gira visita a una cadena televisiva de sesgo progresista. La omnipotente lideresa del PP madrileño no omite una mención ácida a cada uno de los directivos. "Tú eres socialista", "tú eres marxistaleninista", "tú eres castrista". Se detiene de repente ante el más apuesto de los congregados, siempre le pudo la estética, y le suelta con un rencor reconcentrado:
-Tú eres peor que todo esto, tú eres gallardonista.
Donde se demuestra que Aguirre ha reservado sus odios de ordenanza para las opciones en las antípodas de su ultraconservadurismo chapado de liberal, pero que reserva su aborrecimiento auténtico para los herejes de su propio partido. Cien veces prejubilada, también ha arremetido contra los nuevos dirigentes del PP en Balears. Les acusa de "catalanizar" la comunidad, un crimen a la altura de "gallardonizar". Gracias a esta extraña pirueta, Biel Company se convierte en el Ruiz Gallardón mallorquín, otro traidor a las esencias. Quién iba a decírselo. A ambos.
El exabrupto de Aguirre resulta tranquilizador para los militantes de PP mallorquín. Los afiliados conservadores que albergaban dudas sobre su voto a Company, quedan rehabilitados. Si la propuesta de Bauzá procedía de la presidenta madrileña que no supo encontrar ni un solo colaborador honrado, por fuerza tenía que estar equivocada.
La presidenta de todos los madriles quiere cristianizar a los indiecitos mallorquines, para que no se envicien con la superstición catalanista. Ignora que el principal problema del PP, así en Mallorca como en España, no se cifra en las falsas adhesiones sino en la falta de convicciones. Y cuando creíamos que el rosario de catástrofes de Bauzá había concluido, le quedaba por encajar el aguijón de Aguirre.
