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Boulevard

Marta Gayá y Juan Carlos I, el encanto de la reina ácida

Me recuerdo sentado alrededor de una mesa redonda junto a Claudia Schiffer, Marta Gayá, Rosario Nadal, Diandra Douglas y Cristina Macaya. No puedes llegar mucho más allá en variedad femenina. Finalizada aquella cena en el Son Net de David Stein, y tal vez porque advirtió que yo solo había tenido ojos para Rosario Nadal, se me acercó Marta Gayá:

-¿Te has fijado? La Schiffer me ha comentado que mantiene su peso comiendo solo un día de cada dos. Hoy no le tocaba, y no ha probado ni bocado.

Pura Marta, la Reina ácida, la mujer mejor informada de España, la envidia de un periodista. Mallorquina cien por cien, fue ella la que me acuñó el despiadado "brutinyosa" para la explosiva novia de un amigo que no acertábamos a encasillar. Para describir su belleza basta con una foto, pero su encanto reside en su dureza. Así conquistó al Rey.

La reedición de la relación entre Gayá y Juan Carlos de Borbón obliga a reivindicar a la reina en la sombra que no sombría. Ejerció de gran dama de la high society. Ha sido nuestra Jackie Kennedy, enviudada de su verdadero amor sin necesidad de que terciara la muerte. Dispuso de su propio Truman Capote de escolta en el gigantesco José Luis de Vilallonga ­-"el barón Thyssen lleva unos cuernos de aquí a Guatemala"-, que siempre fue generoso con mi aprendizaje periodístico. ¿Y qué sucedía al acercarse el verano, y la estancia de la Familia Real en Marivent? Era el momento en que el discretísimo Andrés Ferret, que solo contaba el uno por ciento de lo que sabía, musitaba:

­-Este año han enviado a Marta a la India.

Y no había más que hablar. A propósito, ¿hablaban el entonces Rey y Sofía de Grecia de Marta Gayá? Desde luego, y con la normalidad de los máximos ejecutivos de la empresa llamada Reino de España. Invadidos del mar en su residencia mallorquina, allí era habitual la lectura compartida de ¡Hola! y demás prensa rosa. Una de las revistas publicaba un reportaje en que Gayá navegaba por el Caribe junto a Ramón Mendoza, a bordo de la goleta América. La Reina con mayúsculas no pudo evitar un comentario hiriente a su marido en el desayuno de Marivent, un despacho de celos ajenos. Por cierto, que la publicación solo hablaba de "una hermosa mujer", así de secreta se mantenía la relación.

Sofía de Grecia solo se alarmó cuando la "amistad entrañable" se convirtió en cuestión de Estado. En el verano de 1990, Sadam invade Kuwait y el Rey no interrumpe veraneos ni devaneos. Los escualos Pedro J. Ramírez y Julián Lago provocan desde Mallorca la peor crisis de la monarquía. Sin olvidar la cena del Casino de la que todos hablan, aunque no estuvieran allí. Marta Gayá llega con el retraso privativo de las reinas, con Vilallonga de simulacro y una recepción regia. Se sienta en mesa adyacente a Juan Carlos de Borbón, lo más cercanos posible de la oficialización.

La Reina pega un puñetazo sobre la mesa, y se conjura con el insustituible Sabino Fernández Campo para exiliarse de Marivent y de las "amistades peligrosas" del monarca. Una mañana gris, La Zarzuela informa de que el palacio santanderino de Sobrellano compartirá las vacaciones estivales con Mallorca. Un destierro en toda regla. Me faltaban unas líneas de la información, y llega otro fax de palacio. Ha habido un error, Marivent conservaba el monopolio. El Rey demuestra quien manda aquí, la revuelta palaciega no aguantó ni 24 horas.

Cualquiera puede tener en su mesilla una foto del Rey o de Elvis, la sorpresa de esta semana es la comprobación de que el monarca estaba cuando menos tan involucrado -y todavía nos queda media docena de sinónimos de "enamorado" a estrenar­- como la mallorquina. Pero la grabación marca un punto en el continuo espaciotemporal. Hubo distanciamiento posterior, la decepción o desolación. Véase el insólito cumpleaños redondo de Gayá en el Varadero, una avanzada en el Mediterráneo, un desafío en toda regla a Marivent.

Un rey no puede satisfacer por entero a todos sus súbditos, si desea mantener la corona. Dos personas suspiraban por liberarse de las ataduras históricas que precisamente cimentaban su relación. Siempre valoraré a la acerada Gayá por encima de la sociedad fláccida con la que se relaciona. Su reivindicación llega con retraso, me quedo con la sobremesa surrealista en que ella solicitaba información sobre la Familia Real, cuando sabía más que todos los congregados. Compartir la intimidad de un Rey tiene consecuencias, repasen los nombramientos en Interior a instancias de Juan Carlos I y en contra de Rubalcaba.

A falta de Madoff, pasea por Palma el Minimadoff. No podrá perseguirlo Pedro Horrach, para quien la última fecha de caducidad en la fiscalía es el 30 de abril. Sus futuros colegas insisten en que ya tiene despacho montado en las inmediaciones del Bar Bosch.

Miquel Barceló se dispara. Muletero, una de las telas de su serie taurina de 1990, se vendió el pasado ocho de marzo por tres millones y medio de euros. Fue la pieza más cotizada de la sesión celebrada en Londres por Phillips, y el segundo precio más alto de la carrera del pintor, siempre por obra taurómaca. Respondió a las expectativas, al quedar en el margen de estimación entre tres y cuatro millones. Otra España económica del felanitxer bordeó en la misma velada el millón de euros, listón en el que ya se ha instalado sólidamente la cotización de Barceló. Vean Land of mine, Bajo la arena si gustan de sobresaltos.

Reflexión dominical discotequera: "En Estados Unidos, a Cursach lo encerrarían en la Casa Blanca".

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