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Opinión

Picornell se queda a solas

Debe ser complicado pasar del movimiento antisistema a militar en la casta en un plis plas. Lo sorprendente es la celeridad con que del activismo callejero pasamos a la actuación caciquil. Ni la endiosada Maria Antònia Munar se atrevió nunca a expulsar del hemiciclo al público y la prensa. Ganas no le faltaron. En el Parlament hemos visto casi de todo, pero nunca desalojar a los asistentes a un pleno esgrimiendo el "decorum". Puestos a ello, habría que pedir a determinados diputados que fueran ellos los que abandonaran la sesión, por insultar a la inteligencia de los visitantes presentes, y por extensión a toda la ciudadanía. Por no vetar, en la Cámara ni siquiera se prohíbe la entrada a personajes que han dañado -y en qué medida- su honorabilidad cobrando a tocateja y siguen dejándose ver regularmente sin ningún rubor.

Hasta ahora Balti Picornell había desmontado a todos sus críticos. Ayer se lució. Tanto en sus primeros discursos medidísimos como en su censura a la libertad de información ha estado más tutelado que asesorado; he aquí el principal problema de esta presidencia. Picornell no es él, sino lo que el aparato de Podemos quiere que sea.

Es gracioso que los mismos que el martes pasado abandonaban sus escaños cuando hablaba Álvaro Gijón, escandalizados y vociferando vocablos como "mafioso" y "cueva de ladrones", al cabo de una semana echen a los demás para proteger la honorabilidad del diputado del PP. Eso, o que el fondo de lo que se iba a debatir realmente incomodaba a esos podemistas. Para lecciones de nepotismo, vean a Pablo Iglesias.

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