Bartolomé Cursach, el empresario de la noche encarcelado desde la pasada semana, habría conseguido el control de numerosos negocios de la competencia, gracias a la asfixia que ejercía sobre ellos a través de la Policía, que sometía a estos otros locales a constantes inspecciones hasta llevarlos a la ruina.

Este agresivo método empresarial, que ha llevado a mucha gente a perder absolutamente todo lo que tenían, lo han desvelado, al menos, una docena de empresarios del sector de la diversión nocturna, que en los últimos meses han sido interrogados por el Grupo de Blanqueo de la Policía, y después por el juez Penalva y el fiscal Subirán. Versiones que, además, se han visto después reforzadas por el testimonio de antiguos trabajadores del grupo Cursach, que han ido desvelando los métodos que utilizaban sus jefes para controlar este millonario negocio de la diversión.

Los investigadores han constatado que Cursach tenía bajo su control a numerosos policías locales, tanto de Palma como de Calvià, que son las localidades donde se concentra el grueso de su negocio. El sistema que utilizaba para acabar con la competencia era relativamente sencillo. La Policía Local realizaba constantes inspecciones en estos locales, con pocos días de diferencia, pidiendo siempre los mismos documentos.

Detener la música

Y estas inspecciones policiales se producían en los horarios cuando estos negocios tenían más clientes, que solía ser por la noche. Los funcionarios obligaban a los dueños de los locales a detener la música y encender las luces, al tiempo que revisaban toda la documentación, que en la mayoría de ocasiones ya habían comprobado días antes. En la mayoría de ocasiones, además, solicitaban a los clientes que se identificaran, con la excusa de que muchos de ellos parecían menores. Esta situación incomodaba a estos clientes, que pocas veces volvían a estos locales. Esta actuación policial lograba un doble objetivo. Por una parte, casi todas las inspecciones terminaban con una sanción económica, que el empresario tenía que pagar. Y por otra, se conseguía que el local perdiera toda su clientela, que era la única fuente de ingreso del negocio. Muchos de estos empresarios han declarado ante el juez que cuando su situación económica era tan asfixiante, que ponía en peligro la continuidad del negocio, un representante del grupo Cursach les trasladaba una oferta de compra. Dicha oferta, ni de lejos, alcanzaba el valor real del negocio, ni del local, pero el empresario se encontraba tan agobiado por las deudas que no tenía más remedio que aceptar las condiciones que le imponía Cursach.

A los investigadores les consta que a través de este acoso, el empresario se apoderó del control de varios de sus negocios más importantes, algunos de ellos situados en el Paseo Marítimo de Palma.

Pero mientras la Policía solicitaba constantemente la misma documentación a estos negocios, los locales de Cursach apenas sufrían inspecciones. Hay pruebas que demuestran que el empresario era avisado cuando se iban a realizar las inspecciones. Y a diferencia de sus competidores, que recibían estas visitas de la Policía por la noche, la comprobación de los documentos de Cursach se hacía por la mañana.