El Govern balear se ha hartado: consideran que AENA, la empresa semipública que gestiona el aeropuerto, está ninguneando a Balears. La decisión que Enaire (responsable de navegación aérea y accionista público de AENA) ha comunicado a su plantilla de torre de control de aumentar la capacidad operativa del aeropuerto de 66 aterrizajes o despegues por hora a un total de 80 está detrás de la indignación que el mismo lunes, tras leerlo en Diario de Mallorca, transmitió el vicepresident del Govern, Biel Barceló (Més), a los responsables del aeropuerto. "Es inadmisible que se decida elevar el volumen de vuelos sin consultar con quienes tenemos que gestionar la política turística y los servicios esenciales", razona Barceló.

"No sentimos que se nos esté escuchando", recalca el vicepresident del Govern, que insiste en la necesidad de aplicar al aeropuerto un sistema de cogestión que permita la participación de la isla en las decisiones, como el que rige por ejemplo en los puertos, también dependientes del Estado y su Ministerio de Fomento. ¿Cuál es la diferencia más importante entre ambas infraestructuras? Pues que los puertos sobreviven como pueden, mientras el aeropuerto de Palma es una máquina de hacer dinero para la cuenta de explotación de AENA: recauda en tasas 1.150 millones de euros al año en las islas.

De ahí también el interés de AENA por sacar más rentabilidad aún de su instalación amortizada más productiva. La empresa ya tiene en marchas obras y planes para ampliar tanto el espacio de rodadura como de estacionamiento del aeropuerto, así como para ganar espacios de embarque y fingers en las terminales. Quiere evitar atascos por falta de sitio y exceso de programación aérea, como los que hicieron el verano pasado que Son Sant Joan fuese el aeropuerto europeo con más retrasos.

Esa situación parece condenada a repetirse este verano, para el que nuevamente se espera un aumento de la carga de trabajo, antes de que las obras estén operativas y se eleve el número máximo de vuelos por hora de los 66 actuales a 80, equivalentes a un aterrizaje o un despegue cada 45 segundos. "Ese aumento afecta a todo: a nuestras carreteras, a nuestro territorio y espacios naturales, a la limpieza, los servicios de emergencia o los dispositivos sanitarios. Por eso es inadmisible que no se hable con nosotros antes de decidir", insiste Biel Barceló.

Reunión en Madrid

El Govern ha solicitado reunirse con los directivos de AENA. La preocupación de Barceló está relacionada con los problemas de sostenibilidad que provocará que el aeropuerto salte de los 26 millones de pasajeros que saturaron el año pasado la isla a los 34 millones de viajeros que podría llegar a asumir ya Son Sant Joan. A este problema se une el difícil encaje que tiene el aumento de capacidad operativa que desea AENA con el modelo turístico balear. La explicación es sencilla: el aeropuerto quiere elevar su volumen de negocio y vuelos por hora justo cuando a Mallorca menos le interesa, en julio y agosto, meses en los que la isla ya no da para más.