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Parlament

Quién teme a Balti Picornell

La inmersión de un heterodoxo en la cúpula del 'establishment' funciona como un arriesgado experimento que demostrará si Podemos está preparado para las instituciones, y viceversa

Quién teme a balti picornell

Balti Picornell es el primer president del Parlament que asusta más a sus patrocinadores que a sus adversarios. Marga Duran ocupó el cargo, por lo que ni siquiera la vocación hiperbólica del periodismo autoriza a sobrevalorar el fenómeno paranormal registrado ayer.

Podemos desembarcó en la política mallorquina, donde ha logrado uno de cada cuatro votos emitidos en las últimas generales, para que el miedo cambiara de bando. Sin embargo, los ultraprogresistas han colocado al frente de la segunda institución de las islas a un heterodoxo que les produce pánico, ante la perspectiva de un traspié comprometedor. El PP se relame, aunque ni siquiera dispone de un líder para capitalizar la situación de riesgo. Las miradas que desde la vicepresidencia de la Mesa le enviaba Miquel Vidal, Mr. Modalidades Lingüísticas, a Picornell sintetizaban la estupefacción y la esterilidad de la oposición.

Se ignoraba todo de Balti en la primavera de 2015, cuando resultó democráticamente elegido. Más peliagudo parece que siga ejerciendo de perfecto desconocido, dos años después. Se muestra más activo en las redes sociales que en la cámara, donde no se le recuerda ni una intervención memorable y donde los escribas le corregirían al menos las faltas de ortografía.

Balti se ha colocado de máxima autoridad en todo el Estado de Podemos, porque dicho partido ha tenido más suerte con sus votantes que con sus cargos electos. A partir de aquí, está obligado a construirse un personaje. Ayer se transfiguró con la barba cuidadosamente recortada, la coleta oficial de líder de Podemos, casi parecía un dirigente del PP uniformado para un fin de semana de arròs brut. Había replegado su imagen crística. En Belén tuvieron al hijo del carpintero, aquí el carpintero metálico monta un belén. Ambos corren peligro de ser crucificados por sus propios partidarios.

La presidencia del Parlament se reservaba a capos en declive, ahora se entroniza a un artista del menudeo. Sorprende de Podemos que la sucesora natural, Laura Camargo, haya preferido salvaguardar su plaza de profesora universitaria interina a zambullirse en la presidencia. La revolución no se consigue con prácticas funcionariales, alguien no se ha leído a su Lenin.

El nominado llega por exclusión, sufrirá la tortura de tener que atender a debates áridos que desde su anterior asiento podía escamotear. Aunque solo fuera por miedo, Balti pronunció el discurso más atendido de la historia del Parlament, y luego dirán que nada ha cambiado con Podemos. Al president le preocupan más los refugiados etéreos que los indígenas que no podrán acceder a una vivienda, porque Bruselas considera discriminatorio que en Mallorca vivan mallorquines. El restyling de Balti cae en el exceso de incrustarle una cita del plomizo Todorov, uno de esos latazos que se evitan quienes prefieren no leer.

Picornell disfruta de una oportunidad entre un millón, en el sentido de que el millón de habitantes de Balears tenían más probabilidades que él de ser designados para la inmersión en la cúpula del Parlament. En los ataques de doble filo que recibe Podemos, quienes ayer acusaban al diputado promovido de un insultante cheguevarismo, hoy le reprocharán su aburguesamiento acomodaticio al limitarse a "mejorar" y "actualizar" el régimen actual. Es un partido que nunca acierta.

En sí misma, la inexperiencia no es mérito ni perjuicio. En un clima de corrupción, debería exigirse como requisito. Felipe González, que fue el mejor presidente de la democracia antes de convertirse en el peor expresidente de la democracia, recordaba que este cargo siempre se improvisa. Su chaqueta de cuero fue tan intolerable como las coletas actuales. La carga de la prueba recae sobre Balti, que ayer se corregía al "loar la democracia, que tanto costó conseguir no hace demasiado tiempo".

El Pacto agota con el nuevo president del legislativo su última bala, y se permite el lujo de dispararla con los ojos vendados. La atonía de la oposición conservadora no rebaja su peligrosidad en las confrontaciones futuras. En la primera derrota de un Pacto de Progreso, el ministro Matas se personó en Mallorca a escasos meses de las elecciones de 2003. En el segundo fracaso, Bauzá rehuía el Parlament como si fuera la cámara de los horrores, sin que esta aversión atenuara su victoria casi hegemónica.

El protagonismo absorbido por Balti ha amortiguado la vulneración flagrante de la paridad en la Mesa. Vuelve a demostrarse que, sin una ley que imponga la composición de las listas, los políticos y sobre todo las políticas se saltan una igualdad de género que solo consideran imprescindible para sellar su ambición.

El Parlament estrena un president bajo vigilancia. El sentido del humor de Podemos consiste en empaquetar al anarcoide Balti con un general cinco estrellas, el Julio Rodríguez que debería servir de brújula para cualquier partido alternativo. El jefe del Estado Mayor describía a su correligionario en los términos de un ser desvalido, que necesitaba protección. El militar demostró desconocerlo todo del encumbrado, una perplejidad que comparte con Mallorca entera. Bendito sea Balti, si nos permite olvidar lo antes posible a Xelo Huertas, la presidenta que logró transformar la injusticia de su expulsión en una necesidad perentoria.

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