Confieso que recibí con síntomas de rutina la petición fiscal de cinco años de cárcel para Matas y Rodríguez, por otra pieza del Palma Arena. El viejo periodista me sacudió la modorra, me devolvió a la grandeza de que el PP y el Govern tengan que pagar las facturas de los tiempos en que eran indistinguibles. En el relato de Anticorrupción, el president y su conseller satisfacían desde el ejecutivo las deudas contraídas por el partido en campaña. La sensación de que el PP éramos todos traspasaba su frontera emocional, para traducirse en euros. Los populares gastaban sin límite y usted pagaba su triunfo electoral. Así lo ha reconocido reiteradamente el perceptor de las cantidades, lo cual dificulta notablemente la defensa de los políticos.
"Piden cinco años de cárcel para Matas y Rodríguez". Este titular hubiera sido impensable una década atrás, cuando el president se creía ungido por la bendición regia gracias a sus regalos a la Infanta. Su conseller de Interior pagaba con alegría, mientras que según otra instrucción judicial perfeccionaba la trama policial que le permitiría controlar Mallorca. El dúo formado por los delincuentes presunto y efectivo había tropezado ya con el caso Andratx. Ambos se reunieron con el alcalde del municipio en el Consolat, dos días antes de su detención, pero el fiscal general Conde Pumpido les había garantizado que no habría más operaciones. La corrupción de su Govern quedaría blindada por la victoria indiscutible en las autonómicas de 2007.
El entonces president estaba convencido de obtener 32 diputados, tras una campaña sufragada por los ciudadanos. Se quedó en 29, advino el segundo Pacto de Progreso. La justicia poética de que el amaño electoral se volviera contra sus autores no amortigua nuestro fatalismo. Cuando el PP gana, le pagamos a escote. Cuando el PP pierde, le pagamos a escote. Habrán reparado en que en este párrafo hablamos del partido global, sin detenernos en sus sospechosos habituales. Matas y Rodríguez no son los chivos expiatorios, pero tampoco los únicos culpables. Ejercen de parapeto de una formación donde demasiada gente finge indiferencia, cuando se encuentra con un Jaguar a la puerta.
