Nos quejamos de que el territorio es escaso en Mallorca. Lamentamos la excesiva ocupación. Sostenemos que el crecimiento debe preservar las zonas vírgenes porque garantizan nuestro futuro.
Sin embargo, cuando incrementamos nuestra oferta residencial adoptamos el modelo urbanístico de Los Ángeles. Es decir, ocupar grandes extensiones de suelo para una baja densidad de población. Es lo que se desprende de los datos de proyectos visados por el Colegio de Aparejadores. Se duplica el número de viviendas que se ponen en marcha y lo hace con una oferta limitada: chalés y adosados. O lo que es lo mismo, crecimiento en horizontal -a lo ancho, como quien pone unos kilos de más-, frente al vertical -a lo alto, como quien sube-.
Es lo que demanda el mercado y hay que dárselo. Sin embargo, hay otra lectura de los datos. Aunque también se crece en viviendas plurifamiliares, los precios -más de 300.000 euros- demuestran que no se destinan al trabajador con el sueldo medio del archipiélago. Ni siquiera al jardinero que cuida del chalé del magnate.