Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Turismo

Platja de Palma, un futuro cinco estrellas

La cadena Pabisa proyecta para 2019 un hotel de lujo junto a la calle del Jamón. Será el quinto en un radio de 500 metros, donde acaba de abrir el Hotel Llaüt y está en construcción el Hipotels Palace. Tras 200 millones de inversión, una zona famosa por los conflictos ofrecerá este verano 725 habitaciones de cinco estrellas

Mapa de la Platja de Palma

La calle del Jamón quiere ser pata negra. La zona más degradada y conflictiva de Platja de Palma estará dentro de pocos meses rodeada de hoteles de cinco estrellas. Dos abrieron ya el año pasado: son el Pure Salt Garonda y el Iberostar Playa de Palma. Otro se estrenó en diciembre y atiende a clientes de invierno, mientras completa su fase de rodaje: se trata del Hotel Llaüt, de las familias Alomar y Balaguer. Un cinco estrellas más está en construcción, en la que es la obra más grande de la bahía de Palma desde que quedó concluido en noviembre el Palacio de Congresos: es el Hipotels Playa de Palma Palace & Spa, del hotelero Joan Llull. Y del quinto cinco estrellas de la zona nada han leído, al menos hasta hoy, pero está en camino: el director general del Grupo Pabisa, Onofre Pascual, confirma a Diario de Mallorca que el grupo que lidera con su hermano y su tío, Antoni Pascual Bibiloni, dispone de licencia para construir un cinco estrellas en un pinar ubicado a 50 metros de las barras cerveceras del Bierkönig, el complejo de fiesta de referencia de la calle del Jamón.

Es el último golpe al modelo de masificación y turismo barato que aparece casi siempre en el origen de los problemas de convivencia de Platja de Palma. El aldabonazo llega irónicamente de la mano del grupo que, a base de vender vacaciones cerveceras a precios populares, mantuvo viva Platja de Palma durante los primeros años del siglo, cuando la mayoría de grandes cadenas decidieron hacer negocio en destinos más lucrativos y menos problemáticos. Se trata del renacido holding turístico Pabisa, que entró en fase de descomposición en 2015, cuando la Fiscalía empezó a relacionar al fundador del grupo con una trama de extorsión policial.

Dos años después, Miguel Pascual Bibiloni se bate aún con la Justicia, pero el creador de la compañía ya no tiene nada que ver ni con Pabisa ni con el Bierkönig, tras ser desalojado del accionariado por sus dos hijos y por su hermano, que pilotan a la vez un cambio en la empresa y una revolución en toda la zona. El proyecto pasa ahora por donde siempre pasó, dicen: quieren una Platja de Palma "para todos", en la que quepan tanto los millones de clientes que buscan sol, playa y cerveza, como los muchos europeos acaudalados que aspiran a disfrutar de unas vacaciones de lujo en el arenal más conocido en el centro de Europa. Para ese futuro incluyente han proyectado un hotel de cinco estrellas a la orilla de la resaca permanente de la calle del Jamón.

¿Puede el lujo compartir acera con la mayor cervecería de Mallorca? Onofre Pascual y Pabisa creen que sí. Lo refrendan apostando su dinero. Y no son los únicos que confían en la versatilidad de la zona. De hecho, al lado del Pabisa Bali está uno de los referentes históricos de calidad de la Playa de Palma, el Barceló Pueblo Park. Y junto a él se alza otro de los proyectos de cinco estrellas de los que leían antes. Llega de la mano de Hipotels, que para dejar claro que hay negocio para todo tipo de clientes, está construyendo junto al Pueblo Park un hotel de cuatro estrellas (368 habitaciones) y otro de cinco (224 suites), que abrirán este verano.

Frente a ambos, otra puja fuerte, el renovado Riu Bravo, de categoría cuatro estrellas plus y precio cinco estrellas. Y puerta con puerta con las obras de Hipotels, domina las vistas de la zona el imponente Hotel Llaüt. Se completa así la milla de oro de los hoteles de lujo de Playa de Palma, poco más de 1.500 metros de la avenida Fra Joan Llabrés en los que ya hay tres hoteles de cuatro estrellas plus y dos de cinco estrellas, a los que antes de 2019 se sumará un tercero, el citado de Pabisa. Todos ellos estarán flanqueados por otros diez hoteles de lujo cuatro estrellas, ubicados a menos de un kilómetro de la calle del Jamón.

¿Da para todos? Pues no solo da: la acumulación de calidad multiplica. O eso sostienen Jaume Alomar y Rafael Balaguer, impulsores del nuevo Hotel Llaüt, 30 millones de euros de fe e ilusión puestos en el hotel de arquitectura más vanguardista de esta nueva Platja de Palma. Lo abrieron en diciembre con la idea de llegar al verano a pleno rendimiento. Y la sorpresa es que las ocupaciones son ya muy altas y las perspectivas, inmejorables. "Estuvimos llenos en fiestas [de Navidad], nada más abrir", cuentan.

Como la mayoría de inversores de la zona, son muy optimistas. "Y realistas", matizan. Miden sus expectativas mirando a Magaluf, donde la familia Escarrer y su cadena Meliá combatieron la descomposición turística y el derrotismo inversor con una inundación de euros e ideas. "En Magaluf se decía lo mismo cuando abrieron negocios como el Nikki Beach [club de playa de lujo]: que no iba a dar, que esa zona no valía para algo así. Y ahora Nikki se llena cada año. La reconversión de una zona viene dada por la inversión privada, más que por la publica. Si Iberostar, Mac (los dueños de Pure Salt), Hipotels o Riu se atreven, eso es lo que va a regenerar el destino. Que en la misma calle tengas la entrada del Pueblo Park, de los dos nuevos hoteles de Hipotels y luego el Llaüt y los que vayan a venir, es un reclamo de primera", comenta Rafael Balaguer.

El nuevo Magaluf como espejo

Su comparación con Magaluf es de hecho muy ilustrativa. Allí Meliá lanzó en 2011 el proyecto Calviá Beach, con la idea de acabar con el turismo lumpen de exceso etílico y sexual y procedencia casi exclusivamente británica. El objetivo era expulsarlo con una oferta de lujo y calidad capaz de atraer a viajeros sofisticados, cosmopolitas y con buen fondo de cartera. Y lo han logrado. El verano pasado sus hoteles de lujo atendieron a clientes de casi cien nacionalidades distintas. La caja lo notó: el propio Gabriel Escarrer, vicepresidente y consejero delegado de Meliá, documenta que en cuatro años los ingresos han subido un 87%, mientras se alargaba un 19% la temporada,crecía un 47% lo destinado a cotizaciones sociales de sus trabajadores y se disparaba un 82% el gasto en proveedores locales. "Una transformación así requiere cuatro o cinco años al menos, pero compensa a todos: a la cadena y, sobre todo, a la sociedad", razona Escarrer.

Su discurso ha calado en Platja de Palma, que ya luce cifras igual de ambiciosas. El éxito de Meliá en Magaluf cuaja tras la inversión de más de 250 millones de euros, que suenan a muchos, y lo son, pero solo los cinco hoteles de cinco estrellas de Platja de Palma suponen 200 millones de inversión. La cifra se dispara por encima de los 400 con las reformas y remodelaciones integrales de más de veinte hoteles de dos, tres y cuatro estrellas.

Regeneración de toda la oferta

Las inversiones han actuado además de catalizador de una reacción de lo más esperanzadora. Al calor del dinero hotelero crecen proyectos de calidad hostelera como los de los hermanos Pascual o como los de los impulsores de la marca Palma Beach, con la que los hijos de empresarios de referencia de la zona, como los Ferrer y los Marín, están promoviendo la apertura de restaurantes, bares y clubes con estándares casi de lujo. "Sabemos que esto no se cambia de la noche a la mañana, pero aquí se ve gente haciendo las cosas bien", recalcan Rafael Balaguer y Jaume Alomar.

En su Hotel Llaüt ofrecen un perfecto ejemplo de lo que parece que está por venir: desde la terraza, que alberga un restaurante en el que se fusionan la cocina japonesa y la mallorquina y luce una piscina de 30 centímetros de profundidad con camas balinesas, se ve tanto el entorno cervecero del Bierkönig y el MegaPark de Cursach como otros tres hoteles de cinco estrellas y decenas de establecimientos de cuatro . Todos juntos. Todos creciendo. Todos intentando que Platja de Palma pase del alboroto de la calle del Jamón a un turismo pata negra.

Compartir el artículo

stats