"Daniel y Noel son los primeros que han nacido en la sanidad pública balear tras una fecundación in vitro con diagnóstico genético preimplantacional, pero tenemos algunos casos más en marcha", comentó ayer Victoria Bonet, responsable de la consulta de Reproducción Asistida del hospital Can Misses. Explica que, en el caso de Noelia, lo que impedía que sus embarazos llegaran a término era un problema en los cromosomas: "A veces, una parte de uno se pasa a otro. Si esa información está equilibrada, no pasa nada, pero si no es así, es cuando se producen abortos".

El diagnóstico genético preimplantacional consiste en, en casos muy específicos, descartar los embriones afectados por enfermedades genéticas o alteraciones cromosómicas antes de implantarlos en una fecundación in vitro.

Bonet hace mucho hincapié en que esta técnica no garantiza que una mujer se vaya a quedar embarazada o que el embarazo acabe con un bebé en casa. De hecho, recuerda que Noelia y Daniel lo intentaron varias veces, incluso en una clínica privada antes de que la sanidad pública ofertara esta técnica, antes de conseguir que nacieran Noel y Daniel. "En reproducción nunca hay una seguridad del cien por cien", insiste. En este sentido, destaca que en uno de los tratamientos ni siquiera pudieron transferirle ningún embrión porque, tras analizarlos, ninguno era viable.

Esta técnica sigue el mismo proceso que una fecundación in vitro, pero es necesario que los médicos cuenten, al menos, con seis embriones para analizar. En el caso de que tras un ciclo no sea así, se congelan, se hacen nuevas punciones y nuevas in vitro hasta conseguirlos. De estos embriones, se extraen una o dos células, que se analizan para cuáles son sanos y cuáles están afectados. En el caso de las traslocaciones de cromosomas, la médico explica que sólo uno de cada doce embriones está sano y se puede implantar a la paciente. En el caso de las enfermedades genéticas, el porcentaje oscila entre el 25 y el 80% de embriones afectados.