Siempre he admirado el respeto que tienen por el dinero público los políticos de las naciones del norte de Europa, donde malgastar en cualquier nimiedad y pagarlo con el dinero de todos está muy mal visto, y es causa de dimisiones sin que se tenga que llegar a los tribunales como ocurre aquí. Algunos alegan que es una cuestión genética y que ello provoca que la corrupción encuentre, si no justificación, sí cierto grado de condescendencia en los países latinos. Aquí se tiene la impresión de que el dinero que es estrictamente de todos es más fácil de gastar que el propio, algo así como lo que ocurre con lo que uno obtiene tras un golpe de fortuna como un premio de la lotería o una herencia inesperada. Las cosas cambian cuando lo que se gasta ha costado muchas horas de trabajo.
Si nos creemos los datos que ofrece el Govern balear, las cosas han cambiado por mor de la crisis -una de las pocas consecuencias buenas- y la cada vez mayor transparencia y el miedo a ser atrapados in fraganti ha hecho que los políticos se lo piensen un poco más a la hora de cargarnos con un gasto superfluo. Hay que avanzar en esa cultura de respeto por lo que es de todos y suprimir lo innecesario para destinar los fondos que se ahorran a resolver problemas que mejoren de verdad la vida del ciudadano.
