Si en un restaurante el camarero le pregunta cómo quiere su entrecot, no dude en decirle que poco hecho. Mejor sangrante y rojo que muy hecho, su salud ganará con esta decisión.

Esta es al menos una de las conclusiones a las que ha llegado la epidemióloga nutricional Dora Romaguera, investigadora Ramón y Cajal y jefa del grupo de investigación en Fisiopatología Cardiovascular del Instituto de Investigación Sanitaria de Palma (IdISPa), que recomienda consumir estas carnes tras un somero paso por la parrilla o la sartén.

“Tenemos muy claro que la dieta influye como factor de riesgo en la aparición de enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad y enfermedades cardiovasculares así como en el desarrollo de diferentes tipos de cáncer, especialmente el de colon, mama y próstata”, comienza la científica.

Romaguera ha contado para sus trabajos más recientes con una importante base de datos de más de medio millón de personas elegidas aleatoriamente en diez países europeos a comienzos de los años noventa y cuya evolución ha sido seguida a los largo de los últimos veinte años.

Nitratos y nitritos

“Ya parece demostrado que un consumo excesivo de carne roja y carnes procesadas son un factor de riesgo para acabar desarrollando un cáncer colorrectal. Existen suficientes evidencias de ello, sobre todo si se da una gran ingesta de carnes procesadas -salchichas y embutidos- a las que se les añade nitratos y nitritos para alargar el tiempo en el que pueden ser consumidas. Si no quieres tener más posibilidades de acabar teniendo un cáncer de colon, disminuye el consumo de estos alimentos”, aconseja Romaguera.

Pero si eres un carnívoro compulsivo y no sabes o no quieres renunciar a este manjar, la investigadora de IdISPa recomienda consumirlo cuanto menos hecho mejor: “Cuanto más cruda esté la carne, tu riesgo de desarrollar un cáncer de colon será menor que si acostumbras a comer la carne muy hecha. Cuanto más cocinada esté, peor. Tendrá más productos carcinogénicos”, advierte.

Por ello, al ser consciente de que la población no va a cambiar de la noche a la mañana unos hábitos arraigados durante muchos años, Romaguera ofrece unas simples recomendaciones. En primer lugar, consumir carne roja o procesada menos de una vez por semana, dos o tres veces al mes a lo sumo.

En segundo lugar que, puestos a elegir, mejor comer carne roja que viandas procesadas con los citados nitratos y nitritos que les añade la industria.

Y, como tercer y último consejo, en caso de que comer carne roja sea una necesidad a la que no te puedas sustraer, intenta no exponerla directamente al fuego y consúmela mejor medium o más bien cruda que muy hecha.

Estas conclusiones las ha extraído esta investigadora gracias a un amplio trabajo de campo desarrollado en veintitrés hospitales de todo el país.

En ellos se seleccionó 1.671 nuevos casos diagnosticados de cáncer colorrectal y se les realizó un cuestionario sobre sus hábitos de vida y alimenticios. Paralelamente, se realizaron otros 3.095 controles con otros tantos individuos sin cáncer, dos por cada persona con tumor y con las mismas características que estas últimas en lo que a edad y lugar de residencia se refiere. Y el estudio ha demostrado que estas tres mil personas sin cáncer no solo consumían menos carne roja que las que lo habían desarrollado, sino que además la comían menos hecha.