Xelo Huertas desempeña el cargo de mayor relevancia ocupado por Podemos en España. Pese al papel despreciable de Mallorca en la política estatal, la elevación de la funcionaria de Marratxí a la cuarta presidencia de cámara autonómica mejor remunerada de España suponía un experimento, sobre el partido emergente como fuerza de Gobierno. Su puesto supera el sueldo de un ministro, solo comparte su rango de Molt Honorable Senyora con la presidenta del Parlament catalán, a la sazón Carme Forcadell.

La presidencia del Parlament balear obligaba recíprocamente a Podemos en la selección del candidato y a Huertas en la pulcritud excelsa, por encima de su venganza personal hacia Francina Armengol. La cúspide de la cámara también le sirve ahora de refugio contra su propio partido. Su comportamiento poco escrupuloso, al supeditar los presupuestos a la suerte de Daniel Bachiller en amenazas ahora documentadas, coincide con las acusaciones de su grupo de rebeldes sobre los vínculos de Alberto Jarabo con IB3. Fuegos amigos.

Ni la inadmisible continuidad de Jarabo en la comisión parlamentaria de control del canal autonómico, ni el homenaje de Huertas a Bachiller con fondos públicos, desentonan en la historia reciente de Balears. Para los antaño hegemónicos PP y PSOE, ambos comportamientos pecan de intrascendentes. Los populares tuvieron un president que explotaba una farmacia y una vinoteca, los socialistas contratan consellers por parejas. Sin embargo, la primera regla de la nueva política consistía en que no pudiera confundirse con la vieja.

Ni Jarabo ni Huertas han roto con tradiciones a desterrar, pero el diputado tiene paradójicamente más poder que la presidenta de la cámara. Los mensajes imperativos de la Molt Honorable expedientada no solo demuestran la pervivencia de los vicios de clientelismo y amiguismo. Además, la vertiente morbosa del embrujo ejercido por Bachiller sobre su entorno no puede desligarse de la crisis institucional.

En una comunidad con 60 mil parados en su mejor momento económico, un partido alternativo concentraba su esfuerzo radical en la continuidad de un empresario y funcionario que, por propia definición, no pierde su plaza. Si acaso, cambia de destino. Aun considerando que la erradicación de Bachiller fuera absolutamente desdichada, la obsesión de los rebeldes de Huertas por la suerte del científico bordea lo enfermizo.

Huertas ha sido hechizada por Bachiller. El científico no deja resquicios para la indiferencia, genera odios cervales y adhesiones no menos inquebrantables. Una mención absolutamente neutra, a su inesperado papel en la gestión del actual Pacto, propiciaba un diluvio de maldiciones por connivencia. Sin embargo, las colegas que descuartizaban a Bachiller se apresuraban a añadir que "eso sí, es muy guapo". Entre las lágrimas de Cati Cladera y la posesión de Huertas, el Pacto se familiariza con las leyes del culebrón.