Diario de Mallorca

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World Travel Market 2016

Ni Trump asusta a los hoteleros cubanobaleares

Cuba servía ayer mojitos frente a los de EE.UU.: aún no hay muro Trump.

En este mundo de telepredicadores, tiburones financieros y payasos diabólicos, gobernará Donald Trump. No sabemos a cuál de las tres categorías pertenece el nuevo emperador, pero gobernará. Y da miedo. Sobre todo a plazas como la City de Londres y su dinero. Aunque es una nueva forma de miedo. A diferencia de otros líderes que aterran a los amos del capital, los magnates no temen la capacidad de Trump para expropiar bienes antes expropiados por ellos mismo y por el propio multimillonario Trump: lo que les da pánico es que el magnate y presidente es de verdad uno de los suyos, no uno a su servicio. Así que es impredecible. E incontrolable.

Y ya ven lo que le pasó a Pedro Sánchez en España cuando quiso dejar de ser un pelele: al dinero no le gusta perder el control. El caso es que ayer en la World Travel Market se hablaba de Trump, y de sus efectos en la economía. Casi todos coincidían en que no serán buenos, pero uno no sabe para quién. Al fin y al cabo hablaban señores que se preocupan por cuantos millones más o menos van a ganar, no por llegar a fin de mes o pagar la factura de la luz a tiempo.

Triumph Trump anima a viajar lo más lejos posible

Así que hay miedo en la City, sí. Pero no empiecen ya con las preguntas tipo brexit, eso de cuántos turistas dejarán de visitar Mallorca ahora que Donald asusta a los mercados. No lo sé. Ni yo ni nadie. Y el que diga que lo sabe, probablemente es uno de los telepredicadores de los que hablábamos al principio. Sí puedo contarles lo que comentan los analistas, que aunque no sepan qué va a pasar, al menos saben de lo que hablan. Explican que la lógica económica dice que la inestabilidad desatada por Triumph Trump, como lo llaman en el idioma de Shakespeare, parará en unos días, como paró la del brexit. Luego todo volverá a la normalidad, dicen. Al menos hasta que a Trump se le ocurra la tropelía el mes.

Eso dicta la lógica del dinero, la que ayer hablaba en la feria de Londres. ¿Pero qué lógica cabe aplicar en un mundo que vota Trump o reelige en España a un partido con más casos de corrupción abiertos que diputados en Cortes? Descartada la lógica como vector para predecir la evolución de la economía mundial y del turismo en Mallorca, tengan en cualquier caso muy claro que después de lo ocurrido en Estados Unidos y con la decisión de los británicos de poner alrededor de sus islas un muro de brexit como los que planea Trump frente a México, hay más razones que nunca para viajar lejos. Lejísimos. Hasta el infinito y más allá.

¿Mallorca es lejos, lejísimos? Diría que no lo suficiente, pero visto que más lejos están Turquía y sus golpes de Estado y al otro lado del planeta Trump uno se acerca peligrosamente al norcoreano de los misiles nucleares o a los iluminados que expropian media Sudamérica, quizá las mejores opciones sean las islas del Pacífico y Mallorca. Ha llegado la hora de pensar en un muro balear, Francina Armengol.

Hay una excepción: Trump no asusta al turismo

O no. Que a lo mejor no es para tanto. Que Trump no deja de ser "uno de los nuestros", como bromeaban ayer los hoteleros mallorquines, aludiendo a que es un hombre de negocios y no hará nada que perjudique al dinero. Así que en el miedo del empresariado mundial a Trump hay una excepción: los hoteleros mallorquines, que no temen ni siquiera por sus inversiones en esa Cuba que han ayudado a los Castro a expropiar. De hecho, ayer, las bolsas se desplomaban, pero la muy cubana Meliá aguantaba sólida, con una caída del 3%, nada que ver con el 10% de algunos bancos.

¿No temen, pues, los hoteleros que con que Trump se frene el proceso de apertura en Cuba? Desconfiar, desconfían, pero tampoco les quita el sueño. Un ejecutivo lo resumía con tino y humor: "Es más probable que quiera montar una Torre Trump en La Habana que verlo cerrarse a un mercado tan interesante para Estados Unidos como el cubano". Pero, ojo, amigo hotelero, que Trump ha ganado en Florida, tierra de exiliados cubanos y clave en su victoria. "Nada, si algo ha demostrado es que no sé deja presionar por nadie, hace lo que quiere". O sea, lo dicho, es incontrolable, pero donde el mundo financiero ve miedo, los hoteleros ven a alguien cuyo apetito inversor comprenden.

De hecho, Trump tampoco asustaba ayer en el stand de Cuba en la World Travel Market. "No pasará nada, a nadie le interesa volver atrás", cuenta otro hotelero mallorquín, que en Cuba se siente como en casa. Y como él, muchos. Tanto es así que el mejor sitio para encontrar ayer a un hotelero mallorquín era el stand de Cuba. Bueno, ayer y cualquier día: la isla es más suya que Mallorca. Y ese es quizá el único miedo: que Trump la quiera para sus empresarios, sin atender a la amplia hoja de servicios al castrismo de algunos empresarios de Mallorca.

El futuro sin Inma (si se va)

Y así se acaba la feria, más revuelta de lo que empezó. Ya lo decíamos ayer: está todo tan tranquilo que algo malo va a pasar. Y los americanos nombraron a Trump. ¿Ven qué bien está pagar un euro y pico por un periódico que adivina el futuro sin regirse por ciencia alguna? Así es el planeta Trump. Y mientras el magnate presidente celebra sus laureles imperiales, Mallorca cuchichea sobre otro nombramiento, el de Inma Benito, presidenta ejecutiva de la patronal hotelera mallorquina, como secretaria de Estado de Turismo. Si se confirma (de momento sigue siendo un rumor), Mallorca lo celebrará. Sobre todo sus empresarios, que están contentos. En la mayoría de los casos dicen que es una muy buena noticia, que la nueva primera dama del turismo nacional ayudará a la isla, entendiendo "la isla" como ellos mismos y sus negocios, claro. Es decir, que se olviden los del alquiler turístico masivo, que tiemblen los que quieren parar las ampliaciones de hoteles y cosas así.

Estos optimistas dan por hecho que la lobbista mallorquina ayudará al sector turístico balear. Otros, más veteranos, fruncen el ceño, que es lo que uno aprende a hacer con los años: fruncir el ceño y pararse a pensar unos segundos o un par de vidas antes de pronunciarse. Esos venerables escépticos recuerdan que la vida son dos días y aquí cada uno va a lo suyo, así que mejor preocuparse por la Federación Hotelera que por lo que pueda facilitar Benito en Madrid, si es que se va y si que es luego quiere facilitar algo que no sea su carrera en la corte de Rajoy.

¿Y qué puede hacer la Federación? Apuesten por una opción comentada por unos cuantos: presidencia de algún hotelero y abandono del modelo de líder ejecutiva y profesional que ahora ejerce Inma Benito. Y a partir de ahí, tirar de gerente y listo. Si encuentran alguien con suficiente mano izquierda como para templar a los grandes tiburones hoteleros que intentan colocar a Inma Benito en Madrid, quizá hasta les vaya bien. Pero lo tienen complicado. Lo resumía en los mentideros de esta feria un pez gordo del Govern: "Los hoteleros saben que tienen muy mala imagen entre la ciudadanía". Y a eso cuesta darle vuelta.

Hoteleros concienciados

Y es cierto lo que dice el alto cargo del Govern y de Turismo: los hoteleros saben que en su isla caen gordos. Y algunos hasta reconocen que se lo han ganado, conscientes de que han faltado gestos con una sociedad que no se ha beneficiado igual que ellos del éxito de muchos años de turismo a tope. Lo dicen aún con la boca pequeña, pero lo dicen. Hablan de la importancia de subir salarios, de crear planes para impulsar el talento, de facilitar la vida laboral de empleados cascados tras décadas haciendo camas y sirviendo mesas, de involucrarse en proyectos de la sociedad balear que no impliquen necesariamente beneficio. Hablan hasta de sostenibilidad, la palabra de moda en esta World Travel, que alude al turismo sostenible en carteles en todos los idiomas. Los Fluxà, Riu y Escarrer, por ejemplo, utilizan últimamente con naturalidad esas ideas. Parece incluso que se las creen, como transmitió Gabriel Escarrer en la presentación del proyecto de Meliá para el Palacio de Congresos, que vendió como si fuera una solución para Mallorca, no un negocio para ellos. Quizá haya esperanza para el planeta Trump. Incluso para Mallorca.

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