La temporada de los récords y la saturación ha dejado claro que el nuevo Impuesto de Turismo Sostenible, la mal llamada ecotasa, tiene un impacto escaso, por no decir nulo, en la llegada de viajeros a Mallorca. De hecho, con ecotasa han pasado sus vacaciones en las islas más turistas que sin tributo. Pero como quiera que eso puede responder a factores externos del calado de la situación económica, social y política tanto de las propias islas como de los destinos competidores (crisis de Turquía y norte de África) e incluso de los países emisores de viajeros (brexit, repunte del consumo europeo), dos investigadores del departamento de Economía Aplicada de la Universitat han pasado de la percepción subjetiva de saturación y los datos concretos de una sola temporada a la ciencia y la econometría para concluir que el nuevo tributo a las estancias turísticas reduce como mucho un 1% el turismo en las islas.

Y ese es el peor escenario. En el trabajo, firmado por Jaume Rosselló Nadal y Andreu Sansó Rosselló, han tomado como referencia de cálculo los estudios de elasticidad-precio del turismo balear realizados en los últimos años por distintos economistas, y después los han aplicado a la subida de precio final que supone la ecotasa. El resultado es que en el peor de los supuestos, el más dañino para el negocio, la demanda turística cae un 1%. Y en el menos lesivo de los escenarios la reducción es del 0,5%. O dicho en términos absolutos (sobre datos de estancias de 2014), Balears perdería en el escenario de mayor impacto del impuesto 878.872 de las 81.9 millones de pernoctaciones que registran las islas al año. Si se aplica el escenario más suave, el archipiélago se deja en la ecotasa 439.436 estancias, en un sector turístico que acoge 70,2 millones de pernoctaciones entre mayo y octubre y 11,7 en temporada baja.

Impacto mínimo todo el año

El trabajo afina un poco más para distinguir el impacto según la época del año, en consideración a que entre noviembre y abril solo se cobra la mitad del impuesto. Los investigadores explican así que en temporada alta los 1,25 euros que se cobran de tributo por turista y noche suponen para los viajeros un aumento del precio de su estancia diaria del 1,2%, que cae al 0,6% en invierno, cuando el impuesto es de media de 0,62 céntimos de euro por viajero y noche.

Es decir, el impacto del impuesto es mínimo, casi nulo, como por otra parte ya ha demostrado una temporada que, tras estrenar el tributo en julio, ha vivido otro récord viajeros y de facturación de las empresas turísticas. En este sentido, queda también claro que el precio no es el único factor a tener en cuenta. Lo recuerdan Sansó y Rosselló en sus conclusiones, en las que detallan que "el turismo, como actividad social, se ve influida por múltiples factores como la publicidad, noticias y elementos de reputación que, sin ninguna duda, influyen en el comportamiento de la demanda". Aluden por ejemplo al tratamiento mediático que se da en los países emisores de turistas al impuesto balear, un factor que no han contemplado en el estudio.

Los dos investigadores, en su introducción, recalcan que son muchas las economías turísticas que están implantando impuestos similares al balear. "Si los beneficios económicos del turismo son evidentes, también los los costes de diferente naturaleza que implica su desarrollo, como la congestión, el deterioro de la calidad ambiental o el consumo masivo de recursos naturales. Consecuentemente, está generalmente aceptada la necesidad de intervención del sector público para encontrar el equilibrio entre los beneficios y los costes, y alcanzar así el máximo bienestar social", apuntan, antes de subrayar que el Consejo Mundial de Turismo prevé que en 2020 los impuestos sobre el transporte y los turistas superen el 10% de los ingresos fiscales.